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Destrucción, olvido y amor en el carnaval chapaco (Parte I)

 

Miércoles, 3 de la tarde, tirado en cama tratando de recordar un poco. Me pesan los brazos, las piernas el cuerpo en su totalidad. Mi hígado me reclama a las patadas que baje al menos un cambio después de  tanta caravana destructiva que casi diría fue sin sentido, pero en retrospectiva parece tenerlo mucho más.  Las cosas en retrospectiva adquieren más sentido, y hasta la más estúpida de las decisiones, hasta el más trivial de los errores puede adquirir proporciones bíblicas por el sólo paso del tiempo o por implicaciones que uno no vio en su momento. Pero me estoy adelantando a los hechos un poco. O retrasando, según como se vea.

Carnaval estaba así, raro y diferente, igual a todos los años. El raro era yo, lo extraño eramos nosotros. Un compadres medio raro, que sigue subiendo y subiendo en recuerdos que la verdad no tengo idea si es que siguen ahi, pero bueno, ESTABAN digamos. Por ahi, me equivoco un poco, pero entre esa lluvia y con descorches mios e irresponsabilidades (o decisiones del alma según del lado que se vea) empezamos lentamente a irnos a un lado diferente del camino, nos cruzamos de vereda. (Quizás vayamos a ser más felices, quizás no, el tiempo dirá)
Tendría que haber trabajado, pero una cosa llevo a la otra y termine chupando, porque que mierda estaba cansado de trabajar mientras todo el mundo disfrutaba y me tocaba a MI por alguna vez hacerme cargo de mi diversión. Llegue tarde, y estaba mal, decidí irme y continuar. Quizás alguna catarreada de más a alguien a la cual le hablaría por última vez de esa manera. Corrijamos, DI esa catarreada. Así, esa mezcla de amor y desprecio que te queda por la ex siempre, pero bueno en fin, seguí mi camino, seguí algo cansado, seguí algo borracho. Llegué a horas que no recuerdo a mi casa.

Pero no era yo, éramos todos. La lluvia había sólo logrado apaciguar un poco el clima general de destrucción, de amigos instantáneos, de momentos fugaces que se pasaran y se olvidarán ni bien te tomés el alikal a la mañana siguiente. Compadres era eso, era sólo una entrada para lo que se viene, sea lo que sea. Puede ser o la peor destrucción de tu año, o quizás por qué no, perder algún amor, conocer algo nuevo. Es momento de cambios, y para cambiar, para crear algo nuevo, es necesario la destrucción, el cataclismo, la sinceridad de algo o alguien que te dice: “Acá se tiene que acabar esto”. Un fenómeno natural aumentado por la ingesta involuntaria o no de elixires del placer, de psicotrópicos y de cáncer en cajetillas, para sobrevivir a la lluvia. A la calma. Es sólo el comienzo de lo que vendrá inexorablemente, estés o no listo para ello.

Y esa tensa calma previa a la tempestad, previa a la ola que va a aparecer en comadres que vos SABES que se viene jodido porque siempre les toca buen tiempo a las flacas estas que están hechas para romperte los esféricos (O te rompen los huevos o te parten el coco). Y esperás, porque es un Jueves y mierda que tenés gana de que empiece de una buena vez y sabés que no tenés que salir demasiado y demases, y de repente, pasó una semana, en la cual no pasan demasiadas cosas dignas de ser contadas. Pasó una semana. Y llegó comadres.

Retrocedamos.

Retrocedamos a un día después del día ese asqueroso en el cual los misántropos como yo, la pasamos demasiado mal: San Valentín.(Y acá, para evitar irme muy lejos con las cosas voy a dejar sólo dicho eso: SAN VALENTIN, imagínense el resto). Habrá sido un día antes de comadres, si la memoria no me falla. Y por una de esas casualidades del destino estaba con tiempo para distraerme en el centro y decidí darle una visita a mi amigo. Y acá sólo haremos una pequeña digresión, diciendo que le estaban haciendo una entrevista, dijo: “Pasa loco, sentate” y me quedé prácticamente callado unos 5 (CINCO) minutos. Dije alguna pavada que no recuerdo del todo, y ni bien salió por esa puerta…”Decime YA quien es esa mina”. Y acá es donde la historia cambia mucho, o nada, o acá creo que es donde la historia adquiere el verdadero significado. Obviamente fuimos presentados a la ligera como corresponde a la etiqueta, e incluso creo que le había llevado una canción a mi amigo para que escuchase.  Sinceramente, no recuerdo cuál fue el verdadero motivo de la visita, y quizás por la magia involucrada en todo aquel encuentro le deba un texto o dos, una canción o un dibujo ALGO, que me recuerde que existió aquel momento. Ahora, volvamos a comadres, dónde estábamos.

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