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The SCP Foundation | Horror Paranormal | SCP-173 Parte I

Cuando vi por primera vez la imagen de ‘La Escultura’ o el ítem SCP-173 quedé totalmente perplejo por un instante. Aunque simplemente fuese una estatua inmóvil y sin capacidades motrices tangibles, su mirada escalofriante podía ponerle los pelos de punta a cualquiera. Fuimos llevados por dos guardias de Nivel 4 hasta una compuerta de metal de dos metros de alto cuyas letras leían “Objeto SCP-173 – La Escultura”. El procedimiento para abrir la compuerta era algo complejo y conllevaba una cantidad de tiempo notoria; mientras el guardia realizaba su actividad, se podían escuchar chirridos y ruido a piedra siendo raspada. La escultura tenia forma de humanoide con una gran cabeza y pequeños brazos apoyados contra la pared, estaba en una esquina del cuarto, totalmente inerte sin mostrar signos de vida de ningún tipo. Medía alrededor de 1,90 metros y estaba construida de concreto y barras de acero que sobresalían de sus piernas. Sus grandes ojos redondos y verdes denotaban una mirada perturbadora pero muerta hacia nosotros, como si supiese de que se trataba nuestra presencia en ese cuarto.

Lo primero que pudimos percibir fue el charco de líquido marrón rojizo que yacía a sus pies. Aunque la advertencia inicial de los científicos suponía que el líquido era una mezcla de excremento y sangre que SCP-173 segregaba desde sus entrañas, la sensación nauseabunda causada por su asquerosa hediondez casi nos hace mirar hacia otro lado, lo que en ese mismo instante hubiese resultado en una muerte segura por no haber seguido las medidas preventivas al pie de la letra. El aire cada vez se sentía más denso y el hedor casi no nos dejaba respirar adecuadamente. Pero teníamos que hacer nuestro trabajo de una vez por todas.

Mis nervios aumentaban efusivamente al escuchar como la respiración de mis compañeros se tornaba cada vez más agitada y rápida. Las órdenes proporcionadas por los científicos eran simples y concisas, bajo ninguna circunstancia se debía perder de vista a la escultura. Si uno de los tres sujetos sentía la urgencia de parpadear para humedecer sus ojos, debía comunicar que estaba a punto de realizar la acción para que los otros dos no lo hiciesen y así el fenómeno no se perdiese de vista.

Nuestra tarea era simple y casi humillante, debíamos limpiar la defecación supurada por la escultura para luego dejar el cuarto y volverlo a sellar. Esto debía de hacerse dos veces por semana, ya que la cantidad segregada podía causar grandes daños a los fuertes y sólidos materiales con los cuales la cámara estaba construida.

Luego de unos instantes en la estéril y hedionda cámara, sentí la urgencia de pestañear. El colirio suministrado antes de entrar a la lugar parecería haber irritado nuestros ojos aun más en  vez de refrescarlos, y la necesidad de parpadear se hacía incesante. Mis compañeros me dieron la señal, y una sensación de frescura en mis ojos me hizo olvidar por un momento que mi vida pendía de un hilo. Nos aproximamos con los trapeadores un poco más cerca de la estatua pero otro compañero, casi rogando, frenó nuestro impulso para pestañear por tercera vez.

Nunca entenderé lo que desencadenó los acontecimientos que ocurrieron a continuación ni tampoco su orden, pero sólo puedo admitir que muy pocas personas en el mundo pueden ser capaces de afrontar una situación tan psicológicamente estresante y no perder la cordura en el proceso. Al intentar acercarme para comenzar con la limpieza, un chirrido agudo y penetrante surgió desde la otra esquina del cuarto. El sonido se sentía como si mil agujas estuviesen siendo clavadas en el cráneo al mismo tiempo, y era casi inevitable no cerrar los ojos como reflejo ante tan punzante situación. Mis dos compañeros y yo pudimos soportar el chirrido por unos segundos y evadimos la necesidad imperiosa de cerrar nuestros ojos. El sonido desapareció casi tan rápidamente como apareció la primera vez, y todo volvió a la normalidad. Me era imposible saber si mis compañeros se encontraban bien ya que me encontraba adelante del grupo y no podía mirar hacia atrás sin pensar de forma pesimista que alguno de los otros dos fuese a cometer el error de pestañear sin aviso o mirarme a mí en vez de a la criatura, así que simplemente nos comunicábamos hablando. Por un momento pensamos que todo iba a estar bien y las esperanzas de salir vivos de la terrorífica cámara se sentían cerca. Fue allí cuando se generó el primer corte de luz…


 Continuará… Para más información visiten: SCP Foundation. Los elementos tomados para el relato se desprenden del ítem SCP-173 sacados del mismo sitio.

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