Reviews

Gas Guzzlers Extreme [REVIEW]


Batalla campal en cuatro ruedas

La alegría que mostraba Marcos al poder conducir nuevamente su clásico americano sólo se podía comparar con la producida por el sentimiento máximo de la vida: el amor. “¡Loco, tu primo la rompe!”, me dijo en el colmo de su excitación. “Más que romperla, arregla cualquier cosa, y esta vez sí que se pasó”, le respondí orgulloso del trabajo ajeno. A lo que agregué un inocente: “¿Viste esos botones en el volante? ¿Ya estaban ahí o te los agregó él?”. Detenidos en el semáforo, en segunda fila, Marcos los miró y apretó instintivamente el más grande. Entonces el auto se sacudió de lado, al tiempo que se oyó un ruido, como de algo abriéndose.

A continuación, un estruendo proveniente de los laterales me heló la sangre, y una luz intensa nos cegó por completo. Cuál fue nuestra sorpresa cuando, recuperada la visión, pudimos observar que delante nuestro —donde estaba parado el 60, rebosante de pasajeros— no había más que una gran mancha negra y humeante en el asfalto. Instintivamente abrí la puerta y me bajé. “Esto no puede estar pasando”, pensé aterrorizado. Marcos todavía tenía el dedo apuntando al botón, totalmente petrificado. Giró su cabeza hacia mi lugar y, al ver el asiento del acompañante vacío, me buscó a través del vidrio. Me sonrió maliciosamente y pisó fuerte el acelerador, sin esperar la luz verde.

Desaparecido

Esa fue la última vez que lo vi. No supe más de él. Ni mensajes de texto, ni whatsapps, ni correos electrónicos, ni de los otros —esos que se escriben en papel, se ponen en un sobre y se echan al buzón—. Ni siquiera señales de humo —y eso que todos los días oteaba el horizonte de cemento—. Tampoco noticias de choques, tiros, ni accidentes misteriosos. Nada. Sin embargo, estaba intranquilo. No por él. Por todos nosotros. Aquella mirada. Aquella sonrisa. No presagiaban nada bueno. Todo lo contrario.

Fue entonces, hace unas semanas, cuando vi casualmente un video de un fichín de nombre extraño, impronunciable. Algo captó mi atención. No supe bien qué. Vi autos. Vi armas. “Nada nuevo”, me dije —en voz bien baja para que los que me rodeaban no se dieran cuenta de que estaba hablando solo, signo de evidente demencia—. Pero había algo familiar. Y no era un abuelo, un hermano, ni un primo. “Primo… primo…”, pensé —esta vez para adentro, porque ya me miraban raro—. “Carlitos, el clásico, el botón… ¡Marcos!”, exclamé alzando los brazos, para desesperación de todos los presentes —una perra desobediente y una gata desdentada—.

Una angustia terrible me invadió. Comencé a investigar todo sobre Gas Guzzlers Extreme. Desarrollado por la pequeña Gamepires para Windows, Gas Guzzlers Extreme es un —si me permiten— FVS (First Vehicle Shooter) o TVS (Third Vehicle Shooter) con 40 circuitos, 8 estadios y 7 escenarios distintos; 12 tipos de armas, potenciadores y bonificaciones; 18 coches tuneables y un largo etcétera, con gráficos y sonido de primera bajo un engine propio. Pero por sobre todo tiene un modo multijugador al mejor estilo Quake, pero sobre cuatro ruedas.

Consiguiendo Gas Guzzlers Extreme

Gracias a las gestiones de la editorial —siempre burocráticas y fuera del alcance de cualquier persona de bien— pude hacerme con un código de review. Lo primero que me asombró fue la posibilidad de conducir los vehículos con volante o con gamepad y sentir, con cada dispositivo, sensaciones bien diferentes. Obviamente “la rueda esa” —como le decía mi abuela— otorga un plus de realismo y mayor precisión para esquivar obstáculos en el último instante. Sin embargo, el gamepad nos permite cambios instantáneos de dirección, imprescindibles en las batallas campales multijugador.

Desde que lo instalé no pude parar de jugarlo. A la comunidad, entiendo, le está pasando lo mismo, porque viene creciendo poco a poco. Incluso Gamepires sacó un imprescindible DLC —Full Metal Frenzy— con más arenas de combate, autos y modalidades de juego. Cada partida es frenética. Como en los viejos y queridos FPS. Antes que nada, aprenderse el mapa. Atacar. Retirarse en el momento justo. Juntar municiones, escudo. Volver al ataque. Una y otra vez.

Retorciendo fierros

Mi insistencia en Gas Guzzlers Extreme no solo se debía a lo divertido que me resultaba. A su violento, pero sano entretenimiento. Había algo más. Aquellos fotogramas vistos al pasar persistían en mis saturadas retinas. Cuanto más jugaba, más presente los tenía. Hasta que anoche, bien entrada la madrugada —cuando el frío duele más que nunca y los semáforos no son más que arbolitos de navidad fuera de tiempo—, dí con ellos y entendí. Entendí el clásico americano. El extraño ruido. El sacudón. Los misiles sobre el techo. Fue así que en plena batalla vehicular, digna de una Panamericana en hora pico, la escuché. Inconfundible entre los ensordecedores escapes y metralla.

Ahí estaba, incólume, la estentórea carcajada del conductor, después de despacharme con su más refinado amor de juventud. “Marcos, ¿acá viniste a parar?”, grité por el micrófono, con más angustia que alegría por el reencuentro inesperado. La pregunta quedó flotando en la nube de bits por unos instantes. No hubo respuesta. “No me reconoció”, arriesgué. Tampoco lo hubiera hecho yo, así como estaba, totalmente desfigurado entre los fierros retorcidos. Simplemente aceleró y desapareció, con el botón apretado, brindando a todos ese afecto desenfrenado con olor a pólvora que sólo él es capaz de dar. Su risa todavía resuena en mis pesadillas. [i]


DESARROLLADO POR: Gamepires
DISTRIBUIDO POR: Iceberg Interactive
GÉNERO: Combate de autos
DISPONIBLE EN: Windows

QUÉ ONDA: El mejor juego de combate de autos que haya probado. También tiene carreritas.
LO BUENO: Los gráficos. El control. Las batallas campales. La identificación con los FPS.
LO MALO: Pienso. Pienso. La falta de masividad para tener más oportunidades de combatir en línea.

Este análisis fue realizado a través de un código de PC provisto por sus desarrolladores.

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