Lo bueno, si difícil, dos veces bueno
CUANDO ME ENTERÉ de la posible salida de DiRT Rally, desesperé: al fin Codemasters había escuchado los ruegos de sus seguidores más exigentes. Basta de autitos chocadores y derrapes. Queríamos —y queremos— rally puro y duro. De ese que te agarrota los dedos de tanto apretar la rueda —como llama mi abuela al volante— y te deja los hombros al mejor estilo la Mole de Marvel. Por suerte, la espera fue corta y gracias al acceso anticipado de Steam pude gozar de contracturas mucho antes de lo que imaginaba.
De movida, la versión era bastante sólida, con buena cantidad de contenido y un entorno rico en detalles y endiabladamente difícil. No es casual la referencia al flaco colorado, porque no hizo más que meter su rabo ahí donde más duele —en sentido figurado—.
Comencé la campaña en tierra helena, bien entrada la noche, hora de los gamers micovetes con responsabilidades mundanas. Al mando de un simpático y nervioso Mini Cooper S, intenté hacer pie en la gravilla. El primer contacto suele ser definitorio, sin embargo, hasta que no dí con la configuración óptima de la “rueda”, la sensación fue más de frustración, que otra cosa. No podía darme por vencido, uno tiene —o tenía— una reputación que cuidar.
Recién cuando entendí que había que ocultar los brazos para que el volante girase libremente, estuve realmente listo. ¿Qué listo, no?
La primera etapa de Argolis la finalicé en cuarta posición y con algunos roces, pero nada grave. El Mini se movía más de lo que me tenía acostumbrado de otras veces. El copiloto gritaba “crestas” y curvas cerradas a diestra y siniestra, todo el tiempo. No era de extrañar: los circuitos están tomados de la vida real —esa que tienen algunos cuando no fichinean, dicen—. Difícil no equivocarse. Imposible no transpirar.
Ya promediando la segunda etapa, empecé a sentir un leve tironeo hacia la izquierda. “Estos ingenieros baratos que contraté”, pensé, “lo alinearon después del asado”, susurré, “y de la damajuana de tinto”, grité desaforado en el silencio de la noche. “¿Todo bien? Me despertaste”, escuché una voz alarmada desde el fondo de mis auriculares.
Durante las reparaciones me aseguré de que prioricen la dirección, sin embargo el problema persistía. ¿Personal mediocre? ¿Defecto del fichín? No. Lamentablemente mi volante Logitech G27 tenía algún tipo de problema. Es más, ya no calibraba, ni respondía para nada. Imaginen mi desconcierto en la madrugada. Un poco más. Peor que eso. Apenas pude conciliar el sueño —en los siguientes 3 meses—.
La casualidad muchas veces se nos aparece, por lo menos, sospechosa. Una semana después de infructuosas lecturas de guías de configuración y reparación, revisión de videos, infinitas pruebas y consultas con amigos —y no tanto— sin resultado alguno, me encontraba de paso por un centro comercial donde ví un stand de Autódromo Virtual repleto de puestos con PC, monitor, butaca y… ¡rueditas G27! La charla con el encargado terminó con un:
“No, no arreglamos volantes”.
No quería rendirme, la intuición me decía que tenían soporte interno, ¿o es que al primer fallo tiraban todo al tacho y compraban nuevos? Entonces me puse en contacto con la empresa y dí con el responsable las reparaciones que accedió de muy buena gana a tratar mi problema —a esas alturas además de un técnico necesitaba de un equipo psicológico de contención—. Tras algunas idas y venidas con la importación del repuesto, que se prolongó por un par de meses, la solución llegó. No tengo más que palabras de reconocimiento y agradecimiento para la gente de Autódromo Virtual.
De vuelta en la grava, seguía sin encontrar el punto de equilibro del Mini. Abandoné. Sé que no es de Irrompible, pero en mi solemne senilidad me suelo permitir ciertos privilegios. Algún beneficio tiene que haber en la acumulación indiscriminada de décadas y pañales. Lancia Fulvia HF es la definición perfecta de control. Con carrocería más grande y pesada, y un motor más potente, hace las delicias de este viejo zorro fierrero.
Ahora sí, con volante reparado y rodado nuevo pude terminar en… ¡¿Tercera posición?! Pucha que es difícil. Con todo el tronco superior agarrotado y el sudor recorriéndome impúdicamente, solo puedo decir que mejoré mis tiempos, pero todavía faltaba —y sigue faltando—. El resto de las etapas se sucedieron de forma similar, en el podio, aunque nunca conseguí mirar a todos desde lo más alto.
A mi favor puedo decirles que nunca me había enfrentado a tamaño desafío. Los diversos trazados de Grecia, Mónaco, Gales, Estados Unidos, Alemania, Suecia e Inglaterra están generados a partir de datos satelitales y van desde los 4 a los 11 km de distancia, aproximadamente. La dificultad que entraña cada uno es superlativa, si optamos por competir sin ningún tipo de ayuda de conducción, al punto que el copiloto no para un segundo de darnos indicaciones.
A todo lo dicho hay que agregarle una gran variedad de vehículos —para todos los gustos, nuevos y viejos, con palanca al piso o cambios secuenciales—, mejoras y opciones de configuración —que pueden compartirse entre los miembros de la comunidad—. Además del clásico modo de Rally, contamos con un desafiante Hillclimb —sin ayuda del copiloto— y de unos más accesibles circuitos cerrados de Rallycross. Y por último, los desafíos diarios, semanales y mensuales a los que Codemasters ya nos tiene acostumbrados en el resto de sus series.
Con todo esto no es muy difícil establecer que DiRT Rally es el mejor juego de rally hasta la fecha, ¡y sigue evolucionando! Los espero en el barro, la nieve, el asfalto o donde mejor les quede. ¡Un descontracturante muscular por acá, por favor! [i]
DESARROLLADO POR: Codemasters Racing Studio
DISTRIBUIDO POR: Codemasters
GÉNERO: Conducción
PLATAFORMA: Windows, Xbox One, PlayStation 4
QUÉ ONDA: Codemasters lo hizo nuevamente: DiRT Rally es el mejor juego de Rally a la fecha.
LO BUENO: Dificultad extrema, configurable. Gráficos, físicas y controles increíbles. Trazados con captura satelital.
LO MALO: Modo Trayectoria Profesional y gestión de equipo algo confuso.
El análisis de DiRT Rally fue realizado a través de un código de PC provisto por sus desarrolladores.
Fernando Coun, alias Shinjikum, es un viejo prócer del fichín que comenzó a colaborar con el equipo original de [i] allá por los tiempos de la gloriosa XTREME PC (en el siglo pasado). Es un gran fan de los juegos de carreras y las aventuras gráficas, y actualmente está traduciendo Sandokan de Emilio Salgari, por el placer nomás.
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