[SUPER REVIEW] Dark Souls III

EL TORSO ACORAZADO continuó empujando con todas sus fuerzas, incrustándose sin tregua en la hoja empuñada por su adversario, aquel el filo que había punzado la armadura. Carente de vida, continuaba avanzando furioso, aferrándose a la existencia; era lo único que conocía desde hace añares, seguir avanzando, consumiendo a quien osara posarse sobre su santuario. Ahora, las miradas de ambos guerreros se hallaban entrelazadas en trance y luego de horas, en un segundo, culminó. El tono rojizo que hervía en las órbitas del antiguo campeón; la cólera, la flama, finalmente se había extinguido; cedió al abismo. Quien se alzaba victorioso, heraldo de la nueva era, cazador de reyes, recuperaba compostura sumido en el fresco dolor del engorroso combate. Impregnado en sudor y sangre, febril, vivió; sólo para contemplar el horror de los vestigios, de una visión del pasado que emanaba de las cuecas de ese cuerpo a sus pies. El antiguo campeón, ahora derrotado, había regresado a su reino incontable tiempo atrás. Ninguna campanadas ni festividades recibieron sus pasos y, en su lugar, la silenciosa profundidad de oscuridad premió sus andanzas.

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Desde entonces, despojado de propósito, sumido en cólera e insano, custodió aquel altar; Negado de vida, negado de muerte. Su ejecutor se adentró en el altar envuelto en tinieblas inciertas. Eternos, estáticos, mudos, los tronos de concreto esperaban su llegada; ya había visitado esos muros antes, cientos de veces y, aún así, era la primera vez que cruzaba ese umbral. ¿Acaso no era el primero? ¿Podría no ser el último? Guiado bajo falsa esperanza, otro elegido descartable abrazó a la angustia que prensaba su cuerpo y trepaba por su garganta. Las curvas de los ciclos se esclarecieron. Surcó los recovecos del templo en busca de respuestas, ya que sin ellas, la incesante y vacía muerte lo alcanzaría y, con suficiente tiempo, él también se perdería en demencia.