¡La taza que lo parió!
Oh, pobres de aquellos ilusos que dejaron caer sus dólares en este fichín sólo porque “se ve taan lindooo”. Oh, qué destino aguarda a quienes osaron exclamar “con gráficos tan tiernos, este debe ser un juego sencillito”. Sepan que desde aquí nos apiadamos de sus almas, y esperamos que la suerte los acompañe en tamaña epopeya. Es nuestro deber acercarles una advertencia: este juego es más difícil que encontrar buenos chistes con tazas.
Una taza de interés
En la E3 del 2014, un anuncio llamó particularmente la atención: el de un fichín que se veía como un dibujo animado de los años ’30, al estilo de Betty Boop o incluso los primeros cortos de Mickey Mouse. “¿Cómo hicieron eso?” y “¿Cuándo voy a poder jugar a eso?” es lo que nos preguntamos todos al instante.
Pero lo que no sabíamos es que Cuphead existe como idea ¡desde el año 2000! Con una premisa innovadora que les hervía en el bocho, y frustrados por no tener las herramientas para desarrollarlo (eran unos adelantados), los hermanos Chad y Jaren Moldenhauer decidieron esperar al momento adecuado. Se congelaron como Walt Disney, y se despertaron en el año 2010 para fundar StudioMDHR Entertainment y retomar la creación del fichín de sus sueños.
Contrataron un animador y se pusieron a probar conceptos para su protagonista. Las ideas iban y venían, hasta que un corto animado japonés con un tipo cabeza de taza los inspiró a crear sus futuros protagonistas: Cuphead y Mugman. El estilo estaba definido, y lo que le siguió fueron siete largos años de programar, probar, afinar, volver a probar, delirar, probar de nuevo y perfeccionar. Los hermanos Moldenhauer querían crear el “run and gun” perfecto. ¿Finalmente lo consiguieron? No exactamente, pero sin duda se merece un lugar en la lista chica.
Satan würfelt nicht
En Cuphead encarnamos al protagonista del mismo nombre, que junto con su hermano Mugman se van de parranda al casino y pegan una buena racha en los dados. El dueño del lugar, nada menos que el mismísimo Diablo, los convence de apostar sus almas en la siguiente tirada, con tanta mala suerte que sacan ojos de serpiente (si no saben lo que es, les falta timba).
Por supuesto, los cabeza de taza no andan con ganas de entregar su alma, por lo que El Diablo nos ofrece el trabajito sucio de recolectar las almas de unos cuantos deudores a cambio de nuestra libertad.
Así es que Cuphead junto con Mugman (a quien puede controlar el segundo jugador, en forma local) recorren la isla de Inkwell quebrando piernas y cobrando deudas. Cada uno de estos morosos representa un boss al que debemos enfrentar, uno más delirante que el otro, desde trenes vivientes hasta actrices de teatro pasando por sirenas, robots gigantes, payasos y piratas.
Infusión de géneros
En el medio también tenemos la opción de jugar un par de niveles plataformeros, en los cuales recolectamos monedas que nos sirven para comprar nuevas armas y poderes en la tienda.
Andamos por todas partes con tres puntos de salud. Cualquier cosa que nos toque nos hace perder uno, y al llegar a cero perdemos la vida, que por suerte es infinita, obligándonos a comenzar el boss o el nivel desde el comienzo.
Cuphead no perdona, no tiene checkpoints ni puntos de resguardo, pero a su vez se siente justo y resulta tal espectáculo para la vista que nos vamos a encontrar reintentando nuestro objetivo una y otra vez desde el principio y, cuando nos queramos dar cuenta, lo vamos a haber superado. Tenemos la opción de vencer a los enemigos en modo “simple”, que nos permite seguir avanzando en el mapa pero que no nos recompensa con el alma del villano ¡y sin todas las almas en nuestro poder no podemos enfrentarnos al enemigo final!
Durante sus niveles run & gun, el fichín puede ser realmente desafiante, pero es en sus combates a bordo de un avión que la cosa se vuelve un bullet hell con una cantidad ridícula de objetos en pantalla. Este puede ser uno de los primeros puntos flojos de Cuphead, y es que el hecho de que las armas equipadas en el vehículo vengan por defecto y no podamos personalizarlas se choca de frente con el aspecto de personalización que tiene el resto del juego.
Pero a quién le importa cuando todo se ve tan lindo. Tan, tan lindo. Cuphead es una maravilla visual inigualable, consiguiendo el efecto “corto animado de los años treinta” de manera impecable. Una vez que nuestro cerebro supera el conflicto inicial de “pará… ¿Esto lo estamos mirando o lo estamos jugando?”, nos zambullimos por completo en este mundo lleno de color, ritmo, sinsentido, humanización de objetos y violencia gratuita. La inspiración más directa de todo su universo dibujado a mano es la obra de Max Fleischer, a quien recordamos principalmente por Betty Boop, Popeye e incluso una de las primeras animaciones de Superman.
Esa música me copa
El aspecto clave que oficia de esqueleto a toda la experiencia Cuphead es… a ver… quién levantó la mano… sí, el del fondo… exacto, ¡la música! Atravesado por mil melodías de un jazz furioso a cargo de Kristofer Maddigan, cada partida se vuelve una delicia para los oídos. Tanto la banda sonora como los efectos de sonidos acompañan cada momento con precisión, y toda la jugabilidad parece estar construída a su alrededor. Esto es vital para nuestra supervivencia ya que una de las claves es mantener el ritmo a la hora de enfrentar a nuestros enemigos.
Si prestan atención a cada efecto sonoro, se van a encontrar con varias sorpresas. Una de las más divertidas es que el disparo básico suena como pasos de tap. Los Moldenhauer son tan obsesivos que utilizaron instrumentos y herramientas de los años ’30 para asegurarse que todo se oiga como en aquella época. Dicen que el Diablo está en los detalles.
El mundo de Cuphead consta de tres mapas desde los que podemos visitar los seis niveles run & gun y los dieciocho bosses que hay repartidos. Esto es importante de destacar: quizás algunos nos llevamos la impresión, por los primeros trailers, que Cuphead era un plataformero con combates finales grandiosos, pero lo cierto es que es un poco al revés: tres cuartos de juego están dedicados a constantes peleas con jefes, con el eventual nivel de plataformas para estirar las piernas.
Esto es porque sus creadores decidieron enfocar sus esfuerzos en perfeccionar los duelos con bichos gigantes por sobre otros aspectos que no eran su fuerte. Si bien se agradece, lo cierto es que esta es una forma particular de resolverlo que a más de uno puede dejar sintiendo que el progreso no fue orgánico, o bien que estamos ante un modo especial del juego, más que en la campaña principal. Es una sensación que sólo nos acompaña durante los primeros minutos de juego, pero está ahí, y uno no puede evitar preguntarse cuánto ganaría (y perdería) Cuphead de haber sido un juego más tradicional.
¡Ah! También están los santuarios, pequeños niveles especiales en los que podemos poner a prueba nuestro dominio del parry. Al vencerlos, obtenemos poderes especiales. ¡Apenas vean uno, no duden en completarlo!
World’s Best Boss
Volviendo a los mapas, ¡no los descarten como simples intermediarios! Todos tienen pasadizos secretos, monedas ocultas y personajes repartidos por ahí que nos darán algo de charla e incluso pueden darnos alguna que otra misión con las que podemos destrabar nuevos modos estéticos para el fichín, como un filtro blanco y negro o sonido aún más vintage. Les dejamos a ustedes descubrir el resto.
Habíamos dicho en un comienzo que Cuphead se siente justo en sus combates, pero… esto no es sieeeempre así. Algunos enfrentamientos tienen ciertos elementos aleatorios que en menor medida no afectan nuestra estrategia, pero que en momentos donde la pantalla está plagada de proyectiles y objetos voladores nos pueden traicionar al punto de querer revolear el control. De la misma manera, hay un par de enemigos en que dos o tres capas de elementos dañinos sucediendo en simultáneo nos dejan, dependiendo de nuestra posición en el escenario, sin un lugar hacia dónde huír, y en un juego tan exigente, en donde sólo se nos dan tres puntos de vida para vencer hasta el más complejo de los bosses, se siente injusto.
Nos podríamos poner técnicos y decir que algún que otro hitbox no está bien pulido junto con algún que otro bug que complica determinados enfrentamientos (ya van a ver cuando lleguen al mono con la pandereta), pero nada que no podamos manejar. En perspectiva, nos deja con la sensación de que les faltó uno o dos meses más de pruebas para dejarlo redondito, pero hey, para eso están los parches.
Doble taza
El último pero no menos importante aspecto criticable del juego está su modo cooperativo. No, no se asusten, jugar de a dos está buenísimo. El segundo mico puede ingresar y salir en (casi) cualquier momento, por lo que no condena ninguna partida grabada a ser coop.
Si bien la dificultad se incrementa con dos jugadores en pantalla, existe la posibilidad de revivir a nuestro compañero con un parry bien dado a su fantasma, permitiéndole regresar con un punto de vida. Sorprende el nivel de detalle que se le dedicó a Mugman, que lejos de ser un clon de Cuphead, es un personaje con sus propios rasgos, modismos y personalidad.
Ah, sí, lo malo: el juego pretende que cada uno de los personajes desbloquee sus armas por separado. ¿Para qué? Todo indicaría que si uno de los hermanos compra un arma con las monedas que juntaron entre los dos, el nuevo ítem esté disponible para ambos, ¡pero no! Sólo lo va a ver en su inventario aquel que lo compró. Una complicación innecesaria que mancha un modo que de otra manera, sería perfecto.
Conclusión
Bueno, no demos más vueltas. ¿Es Cuphead un juegazo? Sí, lo es. ¿Es un run & gun perfecto? No, tiene algunos temitas aquí y allá, una estructura particular, pero sin duda es un gran ejemplo de para que lado se deben hacer las cosas. Cuphead es una de esas cosas raras que pasan cuando alguien tiene una gran, original idea y logra concretarla sin grandes pifies. ¿Saben qué sucede? Que nace un clásico, y este fichín no es sólo uno de los mejores del año, sino uno de los títulos más creativos y llenos de picor que jugamos en mucho tiempo. Cuando hay amor se nota, y acá queda claro que estos hermanos se jugaron todo (renunciaron a sus trabajos y rehipotecaron sus casas) en una apuesta que lograron ganar, con más de trescientas mil copias vendidas. Si el Diablo no mete la cola, deberíamos estar viendo pronto dos expansiones más que añadirán más jefes y desafíos. No podemos esperar.
Eso sí… puede no ser la taza de té de todos. Aquellos que buscaban una aventura más light, sepan que no es el caso. Cuphead representa todo un desafío, por lo que no hay que dejarse distraer por su magia animada, o nos vamos a comer un balazo entre los ojos a cada rato. Hay que jugar, jugar y sacar músculo.
Bueno, la review se termina acá y se nos acabaron los juegos de palabras. Así que taza, taza… [i]
DESARROLLADO Y DISTRIBUIDO POR: StudioMDHR Entertainment
GÉNERO: Run & Gun (shoot’em up, plataformas)
DISPONIBLE EN: Xbox One, Windows
QUÉ ONDA: Si alguna vez soñaron con encarnar al protagonista de una caricatura de los años ’30, su sueño se acaba de volver realidad. Pero atención: este juego no es nada fácil.
LO BUENO: Excelente balance estético con gameplay, desafiante pero justo. Se puede jugar en modo cooperativo. La música es impresionante y marca el ritmo de toda la experiencia. Caramelo para los ojos.
LO MALO: Algunas porciones se sienten injustas o no probadas lo suficiente. Demasiados niveles a bordo del avión que no permite personalización. Algunos detalles del juego cooperativo. La estructura de jefes y niveles inconexos puede no resultar tan satisfactoria como algo más tradicional.
Este análisis fue realizado a través de un código de PC provisto por sus desarrolladores.

Santiago Figueroa, alias Morton, fue durante unos años el Jefe de Redacción de [IRROMPIBLES]. Ahora es padre y vive en otro continente. Es fan de Sonic. También sabe hacer juegos y pelis. Pueden ver sus locuras en YouTube, o por Twitch, o vigilarlo por Twitter como @aliasmorton.
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