En busca del elixir sagrado
Basta de ir al chino para evaluar las ofertas etílicas del mes. Basta de comprar tubos de vino con etiquetas que no las conoce ni la imprenta que las entintó. Por fin, alguien se avivó y nos cumple el sueño del viñedo propio. Y si somos abstemios, tampoco hay de qué preocuparse, porque este fichín nos promete horas y horas de fina estrategia sin generar la menor intoxicación hepática. Así que no habrá excusas ni buscapina para nadie. ¡A descorchar se ha dicho!
Cinco meses sin lluvia. La madurez de mis vides estaba avanzando demasiado. Dejé crecer el follaje para protegerlas del sol, pero el mes de cosecha estaba aún por delante. Mi Cabernet Santus 2018 sería intomable. Entonces pasó una nube cargada de agua, y se largó. Ahora estoy cantando bajo la uva.
Terroir honra su nombre con todos los elementos que intervienen en la producción vitivinícola: desde la semilla a la elección de la botella, vamos a tomar decisiones en cada etapa del proceso. Y, si bien el juego es lento, complejo, ilimitado, y la gran mayoría de las tecnologías, procesos, y tipos de uvas que es posible cosechar únicamente se pueden incorporar tras amasar una jugosa cantidad de dinero (más jugosa que las uvas que cosechamos), Terroir nos atrapa desde el inicio, cuando nos da a elegir entre Cabernet Sauvignon o Chardonnay (las uvas más fáciles de administrar del juego). Esta sencilla dualidad muy rápido nos enfrascará con sus abundantes posibilidades.
De Châteaus, varietales, climas y terrenos
¿Por qué llamarlo “Terroir” en lugar de un comprensible “Wine Tycoon”, o “Vineyard Simulator”? Como toda palabra francesa, hasta nos da miedo decirla en voz alta frente a la amenaza de que se nos escape una flema. Pero la verdad es que el nombre de este fichín es cuanto menos exacto; si bien Terroir suena a “tierra” en idioma franco, se trata de todo un concepto con que los aficionados al vino suelen estar familiarizados. Vale la pena explicarlo, porque a la vez enseña de qué va el fichín: en el mundo real, “terroir” agrupa todas las características de un viñedo, es decir, la cepa, la composición del suelo, el clima de la región y las prácticas específicas empleadas por el productor para con su cosecha. Tanto en la vida real como en este fichín homenaje a Baco, las condiciones meteorológicas, la poda, el método para extraer el jugo, el tiempo de fermentación, el período de reserva y el material de añejamiento son todos factores que intervienen en el producto final, sus características particulares y su calidad. Por ende, y no menos importante, su precio final. Y detrás de todo esto estaremos nosotros, pensando, obrando, escogiendo, y, sobre todo, experimentando mucho. En suma, seremos los administradores estrategas de todas las dimensiones de nuestro terroir.
El juego nos va a ayudar con información explicativa de cada etapa, pero, igual que esa suegra arpía que nos pasa la receta del guiso, se guarda de decírnoslo todo. La idea es que podamos desentrañar el quehacer vitivinícola, un poquito más con cada cosecha, con cada acierto y con cada equivocación. Si algún mico tomó alguna vez un curso de cata, esos conocimientos podrán ser recuperados acá, puesto que la calidad del vino obtenido en el año depende, principalmente, de su relación entre taninos, acidez, cuerpo y dulzor (características medidas de uno a diez en el fichín). Además, cada una de estas variables depende, al menos en su origen, de los caprichos del clima durante el cultivo, y el modo en que administramos la poda. La mayor parte del juego, de hecho, y mientras pasan los meses, estaremos con los ojos puestos en la escala de madurez (ripeness) de nuestro viñedo (siempre medido de uno a diez) y en el crecimiento del follaje del mismo, a fin de saber si debemos podar, en qué momento, y cuánto. Paciencia, que este humilde mico servidor le sacó la ficha tras mucha prueba y error.
Una vez que cae septiembre, el mes de la cosecha, tenemos hasta fines de noviembre para intentar corregir, de ser necesario, el grado de madurez de nuestras uvas (el juego nos alerta desde el principio que, óptimamente, debe situarse entre cinco o seis). Y el principal modificador de la madurez es el clima (o sea, el factor suerte). Por esto, lograr la maestría en la poda marca toda la diferencia. Ojo, no se pasen de noviembre porque sus uvas, anhelantes de recolección, desaparecerán del mapa en un abrir y cerrar de ojos.
Una vez que recolectamos las frutas en cuestión, comienzan las tareas de “bodega” propiamente dicha. Y aquí el juego nos presenta una ventana emergente donde, con simples clics, tomamos decisiones en cuanto a método de estrujamiento, tiempo de fermentación, tipo de barriles (como roble o acero inoxidable), tiempo de reserva y, finalmente, el ansiado embotellamiento previo a su comercialización.
Pero el asunto no termina acá ni por asomo. Se trata de un fichín tan completo que hasta nos permite convocar a una degustación de nuestro vino, a ver qué onda. El sentido de esto es calificar la cosecha del año, para bien o para mal. Un vino intomable tendrá cero estrellas. Uno soberbio, tendrá cinco.
Y aquí es mejor prestar atención a la lista de catadores para saber a quiénes nos conviene invitar dependiendo que tan bien nos haya quedado la bebida espirituosa (algunos son chupandines benévolos, otros son más agretas que un vino picado —y te estoy hablando a vos, Touma Takahashi). El máximo es tres catadores, y una buena combinación de ellos puede modificar la calificación final (léase el precio por botella) de nuestra sustancia etílica.
Tras la degustación, cuyo veredicto es automático, todavía podemos seguir tomando decisiones. Elegir a qué vinoteca le venderemos y cuántas botellas es parte de una táctica aparte, si bien final, que se reflejará en el dinero que amasamos en el banco. En esta etapa resulta también estratégico que prestemos atención a la comercialización de nuestros productos, y que administremos con astucia las entregas. Por ejemplo, cuando nuestra cosecha del año salió realmente mal, Kruppe Foods, la cadena de comida chatarra, es el punto de venta indicado (¿qué mejor que acompañar una hamburguesa chorreante de grasa con una digestiva copa de vinagre?). El resto de las vinotecas pagan diez veces más la botella, y es a éstas que nos conviene surtirlas de buenos vinos para ir ganándonos su reconocimiento, lo que implica que, con el tiempo, solicitarán mayor número de botellas y desembolsarán montos mayores por nuestros preciados juguitos de uva.
Por supuesto, vinos horripilantes se traducen en malas ventas, menos ingresos, y una merma en nuestro “renombre”. Y si caemos en la tentación de pedir prestado dinero al banco, mejor que el próximo año obtengamos un producto excelente y paguemos las deudas, porque de otra manera vamos a estar tocando “La Última Copa” pero con un arpa.
La interfaz
La interfaz de este simulador es tan simple como su estética gráfica (que peca de anodina —por no decir embolante). La pantalla se divide entre el mapa de nuestro terreno y el medidor de madurez de la cosecha (o ripeness). Arriba de todo, seis íconos accionan los apartados de, en orden de izquierda a derecha, la ayuda del juego, la interfaz del banco (donde solicitamos préstamos, o los devolvemos), la de compra de motivos y mejoras para nuestra bodega (desde meramente decorativos hasta estructuras importantes como la taberna, donde podremos vender vino más caro a los entusiastas visitantes de nuestro château), la de nuestra finca (donde se nos permite subirla de nivel para desbloquear maquinaria, espacio y toneles adicionales), la de nuestra bodega (donde administramos todo lo que ocurre con el vino tras la cosecha), y el ícono de labor (donde sólo hallaremos, al principio, la herramienta de poda, bah, “tijerita”).
Debajo de todo, a la izquierda, un misterioso ícono de cofre se habilita cada cierto tiempo. No, no activa una aventura de rol por los dungeons de nuesta bodega: cliquear el cofre nos abre una pantalla emergente donde se nos explica que la buena o mala fortuna también es parte de la vida (meritocracia, ¡mi trasero!) y nos anima a tocar el timbre de la Dama Suerte. En definitiva, se nos ofrece escoger entre dos naipes, bautizados como “Chance” y “Circunstancia”.
Chance es un golpe azaroso de buena suerte… o de infortunio. Los eventos varían desde boqueteros que nos roban maquinaria (haciéndonos perder dinero en reposiciones) hasta ese error de depósito por parte del banco que siempre soñamos con que nos pase (entramos al homebanking y descubrimos que nuestra cuenta se multiplicó debido a una ignota transferencia milagrosa). He probado la Chance varias veces, y el juego siempre me sorprendió con un evento diferente (a veces haciéndome reír con ocurrencias bizarras —y bien recibidas—, otras veces induciéndome al llanto tras un azote de fatalidad). Así que, ya saben: calavera no chilla.
Por otro lado, Circunstancia implica la generación de misiones, algo que puede pensarse como side-quests cuya concreción nos beneficiará enormemente (todo depende del objetivo), pero que tienen un tiempo máximo para cumplirse antes de que la oportunidad evada nuestras callosas manos malolientes a orujo.
Además, y por si lo todo lo mencionado parezca poco, cada año y durante un mes se abre la inscripción a un concurso de vinos, y las categorías son varias. Se otorga premio a la mejor cepa (todas las cepas compiten de manera individual) pero también al mejor vino añejo (cosecha igual o mayor a ocho años). Por esto, es recomendable que reservemos un par de botellas cuando nuestra producción haya sido notable, de modo que podamos competir en esta categoría particular. Pero ojo: competir nos costará mil dólares, así que mejor no intentarlo al principio del juego porque difícilmente ganemos siquiera el consuelo al mejor aguarrás, y esos mil dólares de inscripción pueden volverse preciados a la hora de ponerle el pecho a pérdidas y malas cosechas.
Si todo va bien, el renombre de nuestra cosecha crecerá multiplicando el precio de venta de nuestros tubos de vino. Y en la medida en que logremos generar suficiente dinero, podremos expandir nuestro terreno, sus facilidades y la maquinaria con múltiples opciones que el juego tiene reservadas para los devenidos magnates del jugo de uva. Debemos tener en cuenta que podemos grabar, y conviene hacerlo cada tanto, porque dos malas cosechas seguidas pueden arruinar nuestro emprendimiento. Prestando atención para aprender, actuando a tiempo y teniendo paciencia, los vinos exitosos (y esa linda sensación cuando finalmente lo logramos) están garantizados.
Conclusión
Terroir es un fichín difícil de aprendizaje lento pero que sabe premiar nuestros esfuerzos con creces. Su apartado gráfico, insípido, por poco expresado en un mero “panal” de distintas hectáreas flotando en el éter y sobrevolado por nubes, soles y lunas poligonales, no va a ser el anzuelo que nos mantenga sentados a nuestra butaca o sofá gamer, salvo que seamos amantes del cubismo. Tampoco lo va a lograr su musiquilla afrancesada, correcta pero harto repetitiva, ni habrá animaciones de ningún tipo que nos despeinen el poco pelo que nos queda. Su fuerte es la estrategia, comprender qué es lo que estamos haciendo y para qué, y cómo equilibrar nuestro vino a cada etapa de su producción. Si a esto le sumamos el desafío de los concursos, y la posibilidad de añadir las misiones que nos provee el cofre con su naipe de “Circunstancia”, tenemos motivos suficientes para perder una gran cantidad de horas de nuestra vida mirando crecer nuestras maravillosas vides. Sin duda, es un fichín que no puede pasar desapercibido para el buen estratega, y mucho menos para el amante del jugo de uva fermentada.
Chin chin. [i]
DESARROLLADO Y DISTRIBUIDO POR: General Interactive Co.
GÉNERO: Estrategia, simulador.
DISPONIBLE EN: PC, Mac, Linux
QUÉ ONDA: Completo simulador vitivinícola. Administramos nuestro viñedo desde la producción hasta la elección del corcho.
LO BUENO: Elementos de la realidad le otorgan seriedad. Control total de todas las etapas de producción. Podemos grabar. Misiones secundarias.
LO MALO: Se puede volver repetitivo más allá del azar y de la experimentación. Los gráficos provocan hipo. Es algo lento. No está en español.

Diego “Santos” Reig, diseñador, escritor, amante de la cocina y gamer a ultranza. Ávido de placeres espirituales, busca la sabiduría al final de un libro, en el fondo de un plato (o copa de tinto), y al trascender las vicisitudes de un videojuego. Sus pasiones en la virtualidad son las aventuras gráficas, los juegos de rol, y engordar monstruos feos a base de plomo binario. Instagram.
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