A ritmo de locos, cientos de empresas presionan a los diferentes proyectos para que cancelen, retiren o destruyan material. ¡Cómo rompen las pelotas!
Ya estamos podridos, que quieren que digamos. Que la MPAA, que el FBI, que la CIA, la KGB, la Triple A y todos cuanto puedan se dedican a intervenir, meter el dedo, molestar y hacernos la vida más plomo de lo que ya es. ¿Y todo para qué? Para que gastemos dinero en ellos… pero no lo entendieron.
Déjennos vivir, locos. ¿Qué mal hacemos? Cerraron sitios de torrents, meten presos a la gente, secuestran equipos, arruinan vidas, y a veces no hay derecho, simplemente.
Hace poco, YouTube, el servicio más popular de transmisión de video streaming -el que usamos aquí en Irrompibles– cerró una de las páginas referentes del mercado hispano, Llámame Lola, sólo porque la firma Diesel protestó.
¿Para qué coño, dirían los españoles, protesta Diesel, se puede saber? ¿Acaso no le conviene que la gente vea esos videos? Es publicidad gratuita para ellos, ¿o no?
Es entendible que no se pueda subir una película completa, ¿pero un fragmento está mal? Muchos tras ver un pedacito salen disparados a comprar esa película. Lo mismo ocurre con el fragmento del primer capítulo de Montecristo que pusimos en este sitio, y dura casi nueve minutos. ¿No es acaso publicidad gratuita para la telenovela?
Si hasta es mucho mejor que los avisos en la calle, para los internautas. Una probadita que de otra forma es imposible. El que ve ese video quizás se convierta en un nuevo telespectador, es así de simple.
Es posible, entonces, que los videos YouTube no duren mucho. La página de Llámame Lola clama haber subido a la red más de 160 videos, con un tráfico de 700 mil visitas a YouTube. ¿Y estos muchachos se pegan un tiro en el pie sólo porque los renegados de Diesel se ofenden?
Quién sabe qué pasará. Internet está volviéndose más complicada cada día.