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One Punch Man: A Hero Nobody Knows [REVIEW]

Héroe es el que combate la rutina

Moki quería ser un superhéroe.

Él llevaba una vida normal. Se levantaba temprano como cualquier trabajador, viajaba en transporte público como cualquier hijo de vecino, laburaba en una oficina convencional, se le cortaba la luz como a cualquier ciudadano, y volvía exhausto a su casa a compartir tiempo con su familia como cualquiera haría. Su vida era normal.

Pero también era un aventurero.

Todas las noches salvaba la vida de alguna persona, se enfrentaba al peligro poniendo en riesgo su propia integridad, combatía mano a mano contra enemigos diez veces más poderosos que él, y conquistaba logros imposibles para cualquier mente crédula.

Moki tenía pasta de salvador. Así que un determinado día decidió renunciar a su rutina y convertirse en un superhéroe hecho y derecho (¡con ART, aguinaldo y todo!).

El primer paso fue inscribirse en la Asociación de Héroes y crearse un perfil acorde a las circunstancias. Por supuesto, el nombre “Moki” ya no era el adecuado, porque si algo nos enseñaron los comics, es que hay que mantener la identidad en secreto. Por eso decidió utilizar su famoso alter ego como nombre heroico:AbramOsló”. Sí, está mal escrito, pero el formulario que le dieron en la Asociación no le dejaba espacio para escribirlo bien.

A decir verdad, tampoco le dieron suficientes elementos iniciales para customizar su uniforme, teniendo que contentarse con unos lentes dudosos, un cabello algo parecido y su ropa básica, que no protege mucho de los golpes que digamos…

Lleno de entusiasmo, AbramOsló salió a la calle buscando desesperado a quién salvar, y demostrar así sus grandes dotes heroicas. Justo en ese momento un hombre lo saludó a lo lejos, y él se dirigió corriendo hasta su encuentro para recibir su primera misión.

“Un monstruo está azotando el barrio”, “se incendia el edificio”, “un niño está por caer de un balcón”, “unos pandilleros están golpeando a una abuelita”. ¡Estaba listo para aceptar cualquier reto, sin importar su dificultad…! Excepto lo que el hombre tenía preparado para pedirle: “¿me olvidé de darle estos papeles a un compañero de trabajo, ¿se los podrías alcanzar?” .

El pobre AbramOsló no salía de su asombro, pero era su primera misión como superhéroe, ¡no podía decir que no! Así que agarró los papeles, caminó 25 metros, dobló la esquina, y ahí nomás estaba su objetivo. Con mucho ímpetu se los entregó, y recibió entonces su segunda misión: “Muchas gracias, los necesitaba, ¿podrías avisarle al que te los dió que ya me los entregaste?”

Dos cosas pasaron. En primer lugar, sospechando que todas las sidequest tuvieran exactamente la misma metodología, “Abram” resistió el impulso de propinarle al señor ejecutivo un bien merecido correctivo justiciero. Y en segundo lugar, intentando contestarle que no abuse de su cordialidad, se dio cuenta de que no tenía voz.

Así es, nuestro pobre superhéroe no podía emitir sonido alguno, y tuvo que improvisar haciendo gestos erráticos en el aire como si fuera un Sims. Lo más extraño es que, al llenar el formulario de inscripción de la organización, había tenido que customizar sus bellas cuerdas vocales, pero al parecer era válido sólo para gritar durante los combates, no para secuencias, diálogos y cinemáticas.

Un poco decepcionado, pero no aún rendido, AbramOsló se acercó al joven asistente de la Asociación para comenzar su entrenamiento como héroe de clase. El amable trabajador se dispuso entonces a explicarle cómo funcionaban las reglas de la institución… tal vez, con DEMASIADA amabilidad. Durante las siguientes tres horas tuvo que dedicarse a escuchar instrucciones tras instrucciones, sumadas a pantallas de texto redundantes que sólo lo demoraban en iniciar su tarea. Ser un héroe era mucho más burocrático que trabajar en la AFIP.

En resumidas cuentas, la cosa era así: el listado de justicieros estaba dividido en categorías, y los nuevos inscriptos estaban, por supuesto, en el escalafón más bajo. A medida que realizaran tareas heroicas, recibirían puntos, y dependiendo de cuántos puntos tuvieran, obtendrían más misiones exclusivas de la Asociación. La fórmula era simple, a mayor cantidad de misiones concretadas, más chances tendrían de subir de categoría, hasta llegar a la “S”, la más exclusiva de todas.

Lleno de un nuevo entusiasmo, AbramOsló se dispuso a realizar todas las misiones que la Asociación de Superhéroes le encomendara, y así fue como finalmente obtuvo su primera batalla real contra un monstruo feo que encontró por ahí.

Aunque “real” en realidad es mucho decir, porque durante el combate se dió cuenta de algunos detalles.

Su enemigo era demasiado poderoso, entonces le apareció un mensaje de un extraño colega de rango superior avisándole que estaba en camino, que aguantara… Impotente, AbramOsló no tuvo más opción que ponerse a corretear por ahí en círculos como la mejor caricatura de Hanna-Barbera, para que el bichejo feo no lo tocara.

Mientras trotaba, reflexionaba, ahora decepcionado, sobre el corrupto y en efecto nada justo sistema de la Asociación que en realidad buscaba potenciar a los de mayor categoría, dejando a los novatos aguantando los golpes para crédito ajeno.

De lo otro que se dió cuenta, y no exactamente porque se lo explicaran, sino porque de repente un rayo le pisó los talones mientras corría, fue que durante las peleas existen los “eventos aleatorios”: circunstancias fortuitas que podían inclinar la balanza para un costado o para el otro, tales como tormentas eléctricas, o el paso eventual de un gigante que destruye todo con su pie. ¡Los combates tenían un componente azaroso demasiado grande como para tratarse de una pelea!”

Mientras AbramOsló seguía pensando todo esto, un extraño apareció de pronto en medio del campo de batalla. Era un hombre de estatura media, flaco, casi escuálido, vestido con un enterizo amarillo chillón y una pelada prominente. El sujeto no parecía demasiado agitado, casi despreocupado. El monstruo se acercó amenazante, y sin saber bien cómo, el hombrecito levantó el puño y acabó de un golpe con la criatura.

AbramOsló no pudo evitar soltar una fuerte carcajada. Aquello había sido un espectáculo impresionante, y si ese Don Nadie era capaz de algo semejante, con algo de entrenamiento él también lo lograría.

Con una emoción galopante, fue a buscar una nueva misión con la esperanza de iniciar otro combate, aunque esta vez no tenía la intención de esperar ayuda de nadie: él mismo iba a hacer el trabajo.

Su objetivo era otro espécimen genérico de los alrededores, al cual encaró con la suficiente confianza para resolver él mismo (y con los puños) el problema. Luego de unos interesantes intercambios de nudillos, AbramOsló quedó sorprendido por la creciente y anormal fuerza de gravedad que parecía azotar el escenario. O por lo menos eso pensaba él, porque cada vez que alguno de los dos caía al piso, se quedaba en rodillas tardando añares en incorporarse, haciendo que el combate fuera menos dinámico que una carrera de babosas. Algo parecido sucedía con el recovery time, que extremadamente largo, convertía el duelo en algo más cercano a un RPG por turnos.

Ganada la pelea, nuestro héroe de los unboxing fue contento a reclamar una nueva misión de la Asociación, pero sólo recibió una negativa con la excusa “todavía te faltan puntos, salí a hacer más sidequest por ahí”, así que no le quedó más remedio que recorrer la —pequeña— ciudad para encontrar a alguien que precisara ayuda.

En situaciones normales, patrullar el barrio sería una tarea normal para un superhéroe. El problema en esta ocasión radicaba en que la ciudad estaba desértica. La poca gente que se animaba a salir a las calles —o incluso los pocos locales accesibles—, estaban separados por un margen ridículamente largo y vacío. Fue cuando AbramOsló cayó en la cuenta que el 75% de su obligación iba a ser caminar de un punto A a un punto B. Una, y otra, y otra vez.

Durante este ciclo depresivo de monotonía, un transeúnte levantó la mano y se acercó con una (aparente) misión importante bajo el brazo. AbramOsló se agarró la cintura con ambos brazos y sacó pecho, listo para cumplir con su obligación y, de paso, juntar muchos puntos. Fue cuando escuchó la ardua tarea que el joven tenía para él.

“Tengo estos documentos confidenciales que debo hacer llegar a mi compañero de trabajo. ¿Podés llevárselos?”

Moki ya no quería ser un superhéroe. Nunca más. [i]


DESARROLLADO POR: Spike Chunsoft
DISTRIBUIDO POR: Bandai Namco
GÉNERO: Pelea (arena fighters)
DISPONIBLE EN: Windows, PlayStation 4, Xbox One

QUÉ ONDA: Un golpe de Saitama en la cara.
LO BUENO: La idea de centrar el juego en la Asociación de Héroes era buena. Usar a Saitama y sus habilidades OP es divertido (al principio).
LO MALO: Prácticamente la ejecución y todo lo demás. Monótono hasta el hartazgo, tutorial larguísimo y aburrido, las misiones son todas iguales y tienen cero profundidad. Nuestro personaje no habla, a pesar de que le podemos seleccionar el tipo de voz, y el sonido de los FX parece estar grabado con una licuadora. Los tiempos y balances en los combates son desproporcionados: los personajes tardan media hora en levantarse y los recovery time son ridículamente lentos. Caídas violentas de frames durante el gameplay.

El análisis de One Punch Man: A Hero Nobody Knows fue realizado a través de un código de PS4 provisto por sus desarrolladores.

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