“Los fichines argentinos tienen ese qué-sé-yo, ¿viste?”
A raíz de haber terminado la genial aventura gráfica Nine Witches: Family Disruption, nos pusimos a reflexionar sobre los videojuegos argentinos. Así, un pensamiento comenzó a germinar en nuestros cráneos: las formas que adopta el arte siempre reflejaron la cultura de una civilización. Los videojuegos (sí, arte, arte, ¡arte!) no pueden ser la excepción. Limitarles el desarrollo a un género por país sería meterme en camisa de once varas y me quedé sin Psicotil.
Pero vamos, si pensamos en la novela visual y los clásicos del horror, se nos vienen a la mente los nipones. Por otra parte, cuando se trata de radiación, mutación y género de acción —hermosa conexión— ponemos la vista en Europa del Este. Cuando hay extenso lore sobre manifestaciones y rituales, se trata de Indonesia o China. Si manejamos lujosos automóviles, creamos la casa o la ciudad perfecta y destruimos todo con pólvora, pronunciamos thank you.
Por supuesto, ustedes dirán: “¿Qué dice este muchacho? Los norteamericanos hacen toda clase de videojuegos”. Y sí, también hacen toda clase de películas, pero ¿es lo mismo el cine de Hollywood que el ruso o el francés? No.
¿Qué pasa cuando un país tiene obstáculos duros de financiamiento y de tiempo? ¿O cuándo sus desarrolladores no pueden vivir de los juegos que gestan? ¿Cuál parece ser su género por antonomasia, aquel donde más familiar se siente ya sea por recursos, calidez y nostalgia dentro de una realidad tan inestable? ¿Adivinaron?
La Aventura de Ser Argentino
El reciente juegazo Nine Witches: Family Disruption volvió a colocar a los desarrolladores argentinos en el candelero de la aventura gráfica. Antiquísimo género de nicho que, lejos de desaparecer, se renueva con el tiempo. El “Gamer Aventurero Gráfico” es la clase de bicho que desayuna con píxeles, se desplaza en dos dimensiones, usa la contraseña “Kent me envía” por doquier y sus vacaciones idílicas tienen como resort la Isla de los Monos.
Es importante destacar que una particularidad de Nine Witches es que nos permite alternar entre dos personajes: un paralítico con poderes psíquicos y… un oriental. ¿Por qué un “ponja”? En Los Cubrepileta de Alfredo Casero se generaban situaciones hilarantes a raíz de que uno de sus hijos era oriental, esto dentro de una familia descendiente de italianos. Todo por dos Pesos ponía a un oriental bailando en la cortina de presentación. Todavía recuerdo a Tinelli gritando “¡el ponja goma, el ponja goma!” cuando relataba los bloopers con que se hizo famoso. Un ponja se viralizó ante las cámaras cuando en lugar de decir que era un “ciruja” usó la palabra cirujano. No sé qué explico tanto cuando la palabra es “ponja”.
En Nine Witches, los nazis desconfían de nuestro personaje porque sus rasgos no son arios. ¿Les suena? Ahí está ese humor alternativo, bizarro, palpitante: algo que sólo puede ser motivo de sonrisa si naciste con el mate en la mano.
Aunque abrazando estándares y guiños propios de la aventura gráfica, Nine Witches tiene tufo Argentino. Pero claro, no es el único y de alguna manera vamos a aprovechar esta mención para efectuar un breve repaso de nuestras aventuras gráficas nacionales. ¿El criterio de selección? ¡Las que más me han gustado en lo personal, obviamente!
Por supuesto, en algunos casos la idiosincrasia no será tan evidente como en otros. Pero la “empanada de carne cortada a cuchillo” está ahí. A veces un “humor Midachi”, a veces un tanto Les Luthiers. La gracia por repetición, por torpezas, por inocencia, por irracionalidad; y todo entretejido con creatividad, fantasía e ingenio. Un auténtico revuelto gramajo que pide ser comido a gritos.
Nuestro segundo candidato reúne todas las condiciones de raza. Sol 705, una aventura gráfica desopilante en donde nos escapamos del colegio y combatimos extraterrestres. Hay un gato odioso y no paramos de hacerle travesuras a todos los NPCs. Es tan argentino que, por las dudas, un mapa de América del Sur pixelado en una de sus locaciones resalta nuestro país con color bien saturado. Patricio Land, su desarrollador, contó que uno de sus primeros juegos, hecho para Commodore, no solamente fue pirateado antes de salir a la luz, sino que incluso él mismo lo compró sin saberlo. Una elipsis argentina perfecta.
Dicho sea de paso, por favor, si van a jugar a Sol 705, ¡cómprenlo!
¿Cómo no mencionar dentro de la aventura gráfica argentina un fichín titulado “Tango: The Adventure Game”? Esta gema de Gualicho Games no intenta solapar la argentinidad en un producto que anhela ser masivo, sino todo lo contrario. Es la argentinidad al palo, pero la de cafetines, apuestas de caballos, malevos. Y, por supuesto, el tango con todo lo que significa: baile, pero también nostalgia, dificultades y resiliencia. Nuestro personaje se llama Carlos. ¡No, no por el ex presidente! ¿“Zorzal Criollo” te suena, pebete? Más claro, echale caña.
Por otra parte, Kelvin and the infamous machine (Estudio Blyts) es un desarrollo exquisito plagado de humor y genialidad. Es imposible no reírse en todo el transcurso del juego por los traspiés y ocurrencias y situaciones de parodia. Kelvin and the infamous machine es otra aventura en donde el protagonista mezcla buenas intenciones con extrema estupidez. Y nunca tiene pruritos a la hora de recurrir a vivezas para resolver entuertos.
Al contrario de lo que ocurre con Tango, Kelvin se las arregla muy bien para “no tener bandera”. Es decir, la acción se sitúa en Viena, Londres y Florencia. Sin embargo, la construcción de ciertos chistes y de ciertos entuertos reflejan muy bien algo que reconocemos propio.
Mientras tanto, Reversion, de 3F interactive, canta truco y nos sitúa directamente en un Buenos Aires distópico. Añadir cualquier elemento a nuestro inventario (o usar algo) dispara unas notas de tango en piano. La música en sí tiene mucho bandoneón, pero lo verdaderamente impresionante es pasearse por la 9 de Julio con el obelisco de fondo (en ruinas, claro). No, chicos, no cuelgan monos mutantes de los cables, y menos de tres cabezas.
Por su parte, Reversion viene en tres capítulos que se venden por separado y la razón es que su finalización llevó siete años y un sinnúmero de obstáculos. Por ende, se optó por ir lanzándolo en segmentos para poder recuperar la inversión y continuar. Gracias al Dios Binario (y a tener el pecho caliente), llegó a buen puerto y se convirtió en héroe. Épica argentina por antonomasia.
Como lector del cómic portugués estuve muy manija aguardando la versión fichinesca de The Interactive Adventures of Dog Mendonça and Pizzaboy, por Okam Studio. Cuando una aventura gráfica parte de un cómic, se espera que su apartado artístico esté a la altura de su fuente. Lo cierto es que el trabajo digital de Juan Cavia (diseñador de escenas en El secreto de sus ojos) vuela pelucas. Leer el cómic o jugar al fichín se siente de igual manera, pero en el último caso es “interactive”.
Ya de por sí, la trilogía del cómic escapa a los rótulos estándar de las historietas. Y esta aventura gráfica no es la excepción. Comandamos a Eurico “Pizzaboy” que, para empezar, es repartidor (adivinen de qué). En su tiempo libre —¿será antes de la cuarentena?— Pizzaboy combate demonios junto a “Dog”, un investigador de lo oculto (y hombre lobo). Su secretaria es una bella niñita angelical (bueno, poseída por Pazuzu, el mismo de El Exorcista).
Por si fuera poco, también llevan consigo la cabeza cercenada de una Gárgola (algo así como Guybrush con su Cabeza de Navegante). “¿Pero qué tiene esto de Argentino?” se replica con un “¿qué tiene de Portugués?”. La esencia, si se quiere latina, palpita todo el tiempo como un timbal bahiano. Y claro, las características del repartidor antihéroe pegan en el ángulo y termina siendo gol para Argentina. Dato de color: se financió con Kickstarter bajo la meta de USD30.000 (en 2014, alrededor de ARS240.000). Que haya salido a la luz no deja de ser otro caso del éxito del rezo al Gauchito Bit.
Aventura en primera persona
Mientras los simpatizantes del género aguardamos Asylum, el estudio Senscape (Agustín Cordes) nos regala Serena. Una especie de demo en donde otra vez empuñamos el mouse para atravesar una aventura argentina, acá en primera persona.
Por supuesto, los más puristas dirán que si no ven al personaje en tercera persona no se trata de una aventura gráfica. Pero eso es fácilmente revocable. Cuando se toman elementos para avanzar en la historia y/o usarlos con objetos del entorno es una aventura gráfica (ey, ¿quién fue el que me abucheó por lo bajo?).
Serena tiene esa “cosa Cortázar” en su guión. Algo fantasmagórico, una niebla en la memoria, mucha nostalgia y una tristeza indecible. Aunque es una especie de “demo” del ansiado Asylum, no dejen de probarlo. Mucho menos cuando es gratis.
Muy compatible con Serena es Scratches, del estudio Nucleosys. Nos rasca en el mismo lugar y con las mismas pezuñas (hagan un copy/paste del párrafo anterior). Si van a jugarlo, lo cual recomiendo de antemano por cómo se desenvuelve su historia hacia el final, háganlo en su versión Director’s Cut.
Aventuras en el futuro
Además del ya mencionado Asylum, estamos expectantes de una aventura gráfica que tiene la particularidad de estar siendo desarrollado por un equipo integrado completamente por mujeres. El juego es Talara y el equipo detrás de él es Estudio Mauve.
En palabras de una de las desarrolladoras, “siempre tuvimos como decisión autoral contarlo (a Talara) desde nuestra perspectiva femenina y nacionalista, que estética y sonoramente remita a la idiosincrasia de los argentinos”. Es una buena punta de iceberg para narrar una historia que se sienta propia. Por lo pronto, el proyecto ganó el premio del público en EVA Digital 2020.
Otra entrega esperada es Nosebound, de Quarantine Interactive: estética noir, tabaco, whisky, calles sucias y antros de mala muerte. Algo me dice que el regustillo a San Telmo se va a hacer presente. Lo esperamos con una partida de Chinchón.
Aventuras en el pasado
Como dato de color quería compartirles esta gema que encontré de casualidad: es la (supuesta) primera aventura gráfica argentina. Se llama “Un Profe” y pueden chusmear la versión argenta de Dave (Maniac Mansion) en el siguiente video:
Conclusión
En Argentina, el desarrollo de videojuegos es sinónimo de indie. Todo está por hacer, lo cual es una oportunidad enorme desde el lado artístico, pero también un trayecto cuesta arriba. Además de repasar el género point and click local, creemos que debemos apoyar la industria de videojuegos argentinos y esto se logra comprando sus juegos (léase, no piratearlos), compartir nuestras impresiones con otros gamers y comentarlos (por ejemplo, en Steam).
Sin duda, tenemos mucha calidad y buenas ideas, pero, sobre todo, ese “lo atamos con alambre” nos vuelve versátiles y somos capaces de lograr resultados en atmósferas ingratas. No perdamos esto de vista.
Que siga el gaming argento, carajo. [i]

Diego “Santos” Reig, diseñador, escritor, amante de la cocina y gamer a ultranza. Ávido de placeres espirituales, busca la sabiduría al final de un libro, en el fondo de un plato (o copa de tinto), y al trascender las vicisitudes de un videojuego. Sus pasiones en la virtualidad son las aventuras gráficas, los juegos de rol, y engordar monstruos feos a base de plomo binario. Instagram.