Crónica de una rutina tortuosa en un mundo hiperconectado
Una de las situaciones más inoportunas que les puede pasar en un contexto de encierro y aislamiento, es que su computadora decida no funcionar más. No es algo raro tampoco. La virtualidad y la sobredosis de conectividad constante hacen que cualquier herramienta colapse en cuestión de meses —siempre y cuando no haya sucumbido nuestro cerebro primero—.
Eso fue exactamente lo que me pasó, cuando un día el HDD de mi modesta y castigada notebook no resistió más, y pasó a mejor vida.
Claro que se trató de un proceso más largo y gradual. Sumado a errores de pantalla y sobrecalentamiento, el disco me empezó a dar aviso de su problema de salud alrededor de seis meses antes de su defunción.
Cuando uno ya está acostumbrado a que las cosas funcionen de determinada manera —por más que esté mal—, lo naturaliza y lo toma como una costumbre. Eso me sucedía con mi notebook que, sin exagerar, los últimos tiempos demoraba entre 40 min y hora y media en encender, cargar el sistema operativo, y quedar funcional.
Sabiendo esos lapsos, la rutina del día se adaptaba a los caprichos de mi endemoniada computadora. Apenas me levantaba, iba al baño, saludaba a mi gata, abría las cortinas y prendía la notebook (el orden podía variar). La dejaba en un rincón cerrada, y recién ahí me dirigía a hacerme el desayuno; cosa que una vez que terminara de comer y lavar los platos, pudiera sentarme a trabajar cómodo.
No exagero al decir que el día se aceleraba innecesariamente cuando, por alguna razón, olvidaba encender la máquina ANTES de desayunar. Las tareas de demoraban y empezaban las corridas. He llegado tarde a reuniones virtuales por ese simple detalle.
Que dicho sea de paso, si las videollamadas duraban demasiado, el cooler empezaba a sobreexigirse tanto que parecía que la computadora iba a levantar vuelo.
Ni hablar si la apagaba y me daba cuenta que me había olvidado de realizar alguna tarea. Ooootra vez una horita para prenderla, usarla 10 min, y cerrarla otra vez. Si el infierno existe, yo creo que ese debe ser un tormento de alguno de sus círculos. Fija.
Luego de medio año de exprimir el HDD, hasta el punto de exigirle un poco más cuando ya tiraba incluso ruido de error mecánico, no dió para más.
Mientras intentaba cubrir las obligaciones del día sólo con el celular sin volverme ciego (no se lo recomiendo a nadie), mis puteadas y maldiciones circularon como si no hubiera cuarentena, hasta que logramos conseguir un reluciente disco Kingston SSD A400 de 480gb.
Niños, no hagan esto en sus casas
Luego de hacer el cambiazo de disco, tocó formatear el SO para dejarlo bien fresco, y recuperar los archivos y programas. Esos dos procesos ya demostraron la inmensa diferencia de velocidad de escritura.
Claro, el HDD que venía utilizando era de 5400 RPM con interface SATA II, que otorgaba un promedio de velocidad de escritura de 86.2 MB/s y de lectura de 95 MB/s. En cambio, el nuevo SSD A400 de Kingston puede alcanzar una velocidad de escritura de hasta 450 MB/s, y 500 MB/s de lectura algo común en discos SSD SATA desde hace un buen trecho hasta ahora.
Si la diferencia de rendimiento entre un SSD Y HDD ya es brutal en condiciones normales, imagínense entre un SSD nuevo y un HDD que estaba a punto de morir.
El cambio de disco también me resolvió otros problemas: como el recalentamiento que venía sufriendo la notebook, o el exagerado ruido de turbina del cooler. Ahora puedo trabajar silencioso y frío como un ninja (N.d.E: cuando un disco está en las últimas, sobrecarga al CPU y a la RAM haciendo muchos más pedidos de carga de datos dado que llegan erróneos, eso fuerza al CPU a trabajar al palo mas tiempo, generando el sobrecalentamiento mencionado).
Antes que pregunten, el disco Kingston A400 de 480GB en interfaz SATA III se consigue en el mercado por unos $7400 (pesos argentinos) al día de hoy.
Claro que esto sí trajo aparejado algunos problemillas. La máquina ahora bootea en tiempo récord: sólo tarda 8 segundos desde que apreto el botón de encendido, para poder utilizarla sin inconvenientes. Y como somos animales de costumbre, durante las primeras semanas seguí a rajatabla con mi rutina alienada de anticipar su uso una hora antes.
Previo a hacerme el desayuno prendía la maquinola, que se quedaba esperándome lista para usar antes de que yo empezara a batir el café. Cuestión que no podía evitarlo y terminaba trabajando mientras hacía malabares para que las migas de las tostadas no cayeran en el teclado. Malos hábitos, ¿vio?
En serio, no coman y trabajen a la vez. Disfruten su tiempo.
¿Y el HDD viejo? Bueno, el fiel y viejo disco que me acompañó durante cinco buenos años se ganó mi cariño. Me dio pena tirarlo después de tanto sacrificio, así que le di nuevos usos algo menos… tradicionales.
Supongo que en algún momento le diré adiós, pero mientras lo tendré acá cerquita, firme junto al pueblo. Al menos servirá un tiempo como recuerdo, de lo alienante que es estructurar la rutina del día entero en base a la manía de una computadora. Que las herramientas nos sirvan a nosotros, y no al revés.
Dicho y hecho, hora de cerrarla un rato e ir a disfrutar de un buen cafecito. Total, luego puedo encenderla casi tan rápido como lo que tardo en apag
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Agradecemos a Eliana Ramos, al equipo de Doble Eme y a Kingston por facilitarnos el SSD A400
Facundo Fernández Lleventon, alias Cufa, es Jefe de Redacción de [IRROMPIBLES], game designer, fotógrafo, escritor y filósofo del fichín. Peleado con la PC desde la niñez, es un hereje que defiende a las consolas como plataformas preferidas. Su mayor logro fue haberse infiltrado en las oficinas de CD Projekt, y su peor fracaso, haberse ido.