Reviews

The Serpent Rogue [REVIEW]

La pícara serpiente

Jugar un juego sobre una pandemia, justo cuando la pandemia real afloja, parece un poco masoquista. Otra conjetura podría ser que la “nueva normalidad” finalmente se me hizo carne y ahora mi género preferido es “pestes y enfermedades”. Pero no, la realidad es que venía siguiendo The Serpent Rogue casi desde su anuncio, por su estética y propuesta. ¿Cubrió mi expectativa? Vengan, les preparo un brebaje revitalizador mientras les cuento. 

En The Serpent Rogue somos un “Warden”, una mezcla entre botánico, alquimista y galeno de la vieja escuela. Nuestro nombre es Solomon y tenemos la responsabilidad de erradicar una especie de “peste mágica” que envuelve el mundo. 

Esto, de forma semejante a una tormenta, parece una enfermedad corrompe con su energía a los seres vivos y, de paso, levanta de la muerte a los finaditos. Una fuerza oscura que parece estar bajo el control de una entidad conocida como “Morbus” (no, nada que ver con la película mierder de Marvel).

¿Cómo resolver este entuerto? Curando a los afectados con pociones especiales, aunque también vamos a tener que recurrir a la violencia con otros, cuya única solución es romperles la crisma. ¿Esto podría resumirlo? Quizás, pero no estaríamos siendo justos. Les contamos más. 

¡A hacer pociones que se acaba el mundo! 

La mecánica principal de The Serpent Rogue gira alrededor del crafteo, en especial de pociones. No basta con recolectar ingredientes y mezclarlos, sino que primero debemos estudiarlos en el laboratorio. Para conocer por completo cada uno de ellos y poder utilizarlos, su estudio debe repetirse varias veces, un número que varía de acuerdo al elemento. ¿En qué se traduce esto? En que tenemos que grindear objetos y componentes bastante fuerte. ¿Se pensaban que no tendrían que laburar para salvar al mundo?

Luego, tenemos la elaboración de pociones propiamente dicha. Aquí hay dos caminos, donde el primero es obtener la receta y seguir las instrucciones. La segunda opción es mezclar y “que sea lo que Dios quiera”, un poco utilizando nuestra deducción, aunque la mayoría de las veces es al “bartoleo”, es decir, al azar. Dicen que el dulce de leche se descubrió por error, así que… ¿por qué no? 

Por supuesto, este último método puede darnos un resultado inservible. De hecho, la mayoría de las veces obtenemos un líquido cuya única utilidad es hacer vomitar copiosamente a quién lo ingiera. Pero, si le pegamos a la fórmula, ésta pasará a escribirse en nuestro recetario.

Además, también podemos craftear armas y herramientas, necesarias para combatir y realizar tareas como talar árboles o cavar pozos. ¿Adivinen para qué tenemos que hacer estas actividades? Exacto, para recolectar más recursos. El juego a menudo nos pone este tipo de sutiles barreras donde, para acceder a nuevos elementos, tenemos que descubrir o craftear primero otro objeto. Así, logra de manera exitosa escalonar la dificultad y la cantidad de partes móviles, para no abrumar. 

También existe una mecánica (muy) liviana de supervivencia. En ella tenemos que estar atentos al nivel de comida, ya que influye en la barra de resistencia. Al mismo tiempo, esta barra es necesaria para atacar y recuperar la vida de manera progresiva. Aquí no hay demasiada complejidad, pero suma de manera positiva al conjunto. Nada de hacer ayuno, que después no tenemos fuerza para repartir sopapos. Y hablando de eso…

Recetando trompadas 

Sin duda, el combate es el punto más “flojelli de la propuesta. Atacamos a nuestros enemigos a puro puño o con armas, pero con movimientos que parecerían ser efectuados por una persona sin articulaciones. 

También tenemos la posibilidad de cubrirnos, única forma de defensa, ya que no existe el botón de evasión. A no ser que contemos el correr en círculos, como un pollo sin cabeza, al grito de “¡ay, ay, ay! ¡que me la dan, que me la dan!”. Si además sumamos lo poco amigable que resulta usar pociones —donde primero la tenemos que equipar y luego usar—, todo lo que tiene que ver con la violencia no es muy disfrutable.

En cambio, si comenzamos a hacer pequeñas travesuras con las pociones, la cosa mejora un poco. Con estas mezclas, tenemos la posibilidad de alterarnos a nosotros y a nuestros aliados, de muchas y creativas formas. Desde convertirnos en una criatura monstruosa hasta hacer que el veneno nos cure en lugar de matarnos. Con ello, el bajón de un combate medio pelo se disimula bastante.

Por último, no podemos pasar por alto una mecánica poco simpática: al morir, dejamos todo nuestro inventario en el piso. Claro que, al mejor estilo soulero, podemos regresar a dicho punto para recuperarlo. PERO si nos la vuelven “a dar”, “chau pichu”, perdemos todo y a llorar a la iglesia. Esto le agrega el toque necesario al juego para no arriesgar de más, yendo a un área complicada a farmear, sin miedo a las consecuencias. Así, nos obliga a planificar la incursión y estar bien preparados, más teniendo en cuenta que, a la hora de repartir golpes, nuestro personaje tiene la gracia de un espantapájaros atrapado en un lavarropas funcionando. 

Médico, granjero y cocinero 

Pese a lo flojo del combate, The Serpent Rogue tiene muchos elementos para descubrir y experimentar. Podemos reclutar personas y animales para que nos ayuden en nuestro periplo. Además, algo que obsesionará a muchos amantes del subgénero “granjita”, tenemos disponible la gestión de una huertita, para cultivar nuestros propios ingredientes. Incluso, es posible desarrollar nuestro un recetario de cocina para mejorar las bondades de los platos. Porque el mundo se está yendo al cuerno, pero nada nos debería impedir ser un bon vivant. En tu cara, Mallmann. 

Además de estos elementos jugables, también da en el blanco en su estética y ambientación. Si bien en lo técnico es bastante modesto, logra una atmosfera más que adecuada para la historia que quiere contar. Lo jugué en Nintendo Switch y es una gran propuesta para disfrutar en modo portátil, aunque hay un “pero”: poca atención en los tamaños y colores de texto e imágenes, teniendo en cuenta el modo portátil. Algunas descripciones hay que ponerlas bajo el microscopio para poder entender algo. 

Más allá de eso, The Serpent Rogue tiene un poquito de todo y es muy recomendable para los que quieren entretenerse con mecánicas livianas de crafteo, supervivencia y gestión. Especialistas y puristas, abstenerse, a no ser que quieran tomarse unas vacaciones de propuestas más duras. En ese caso, ¡a preparar el juramento hipocrático. [i]


DESARROLLADO POR:Sengi Games
DISTRIBUIDO POR: Team 17
GÉNERO: Acción y aventura
DISPONIBLE EN: Windows, Nintendo Switch, Xbox Series X|S, PS5.

QUÉ ONDA: Un doctor que receta “yuyos” trata de salvar al mundo de una energía siniestra.
LO BUENO: El amplio y variado uso de pociones. La estética. Muchas mecánicas, algunas muy livianas, pero que cohesionan bien y suman a la experiencia general.
LO MALO: El combate es demasiado medio pelo. No pusieron mucha atención en la adaptación portátil.

Este análisis de The Serpent Rogue fue realizado a través de un código de Nintendo Switch provisto por sus desarrolladores. 

  • CALIFICACIÓN75%
75%

Escribe un comentario