Irrompibles vs. Vietcong
HOY PRESENTAMOS: PÍNTALO DE MARRÓN (MARRÓN KK)
Los hechos según Rodrigo “Rolo” Peláez
En el preciso momento en que convencía a una top model sueca para tener sexo “casual” en la playa, sonó mi celular. Inodorelli. “Moki está rodeado, intentó copar una base vietnamita sólo y…” “Miko, estoy con una vikinga que huele bastante mejor que Moki, vete”. “El VC va a atraparlo, y si eso ocurre ¡torturarlo!”. “A mí también van a torturarme… ¡deja eso en paz, pekenia!” “¡IN POSITION, ROLO! ¡IN PO-SI-TION!”
Maldito. Había utilizado mi grito de guerra. Mi llamada a las armas. El alarido viril que espanta al más pulenta. Ahora no podía negarme. “Niña… volaré a Vietnam, rescataré a Moki, mondaré mis dientes con las costillas del enemigo y luego te mostraré a un travieso oriental que capturé hace tiempo y…”
Enter The Matrix
¿Y cómo cuernos se supone que íbamos a encontrar a este pecarí, que juega al Tom Berenger mal alimentado (y luego chilla como marrano por su tetilla) en medio de un país plagado de pestes, con un gracioso idioma, vegetación venenosa y unos chinos con disentería más peligrosos que cierre de pantalón?
¡Fácil! Buscando su server. Allí estaba: “Moki server” (mi amigo nunca había ganado un premio a la originalidad en la primaria). El nivel era Storm. Nivel difícil si los hay: muchos enemigos, poco coraje…
Partimos a rescatarlo Inodorelli (más le valía) con su letal rifle sniper, Thalen, un amigo asiduo a nuestro site (www.irrompibles.com) apenas equipado con unas granadas y su vieja Thompson, y yo (listo para llamar a la artillería en caso de necesitar una lluvia de “hermosas frutas de fuego”).
Al entrar al nivel notamos dos cosas: 1) Llovía a cántaros y hacía un frío de la chingada. 2) Moki estaba trepado en la cabina de un camión militar calefaccionado, fumándose un Camel y escuchando bandas típicas de los años ´60 (The Doors, Jimmy Hendrix, Mambrú, etc.).
Pero… pero… ¿y los amarillos arrancándole las uñas al Farabute Mayor de la Prosa? ¿Y sus gritos de dolor desgarradores al soportar cuchillos calientes en sus nalgas blancuzcas? ¡No señor! El duende afeminado de las redes no había dado un solo paso sin sus amigos: un Irrompible con todas las de la ley.
¿Esta rayita en el mapa será la ruta 2?
Nos desplazamos sigilosamente, cubriéndonos con los gruesos árboles que rodeaban el punto de inserción.
Observé mi ping: gloriosos 220 que no me impedirían ser el hombre del día.
Lo bueno de Vietcong es que, sirviendo inclusive con módem, pueden jugar varias personas sin ningún problema.
Tomé mis binoculares (B) y vi al primero de ellos, ocultándose tras unos arbustos. Llamé a Inodorelli y el Campercillo de Tormes puso rodilla en tierra junto a mí, apuntó como sólo él puede hacerlo y ¡kazowieee!, el incauto VC cayó escupiendo borbotones de sangre; muerto antes de tocar el suelo.
La respuesta fue inmediata; nos obsequiaron con todo lo que tenían a su alcance: metrallas, fusiles, cebitas, chorizos colorados, todo. Me zambullí cuerpo a tierra (SHIFT) en el preciso instante en que una ronda de AK47 impactaba en el pecho de mi amigo sniper. ¡SPLATTT!
No teníamos médico en el equipo y murió desangrado. Pero como es Irrompible, a los pocos segundos sobornó a la muerte (como Víctor Sueiro) y estaba de vuelta con nosotros.
Desplegué un mapa con coordenadas (M), y pedí a mis “amigos” que me cubrieran.
Los mikos lindos contestaron la agresión comunista con todo tipo de munición y vituperios (el más duro de ellos fue de parte de Moki, que les gritó “¡sus madres usan botas de cowboy!” Aunque no entendían el idioma, eso los enfureció aún más…
Utilizando mis débiles conocimientos de geografía, solicité a Hotel Six (el jefe, che) una descarga de amor donde había caído el primer VC.
Thalen me insultó al verme con el auricular de la radio en la mano. Pensó que hablaba con la sueca, pero enmudeció al escuchar los silbidos agudos que caían del cielo. ¡KABOOOM! Cuatro pijamas negros cayeron víctimas de la mítica artillería americana…
Salimos de nuestros escondrijos, desplegándonos en árboles y sucios pozos provocados por las explosiones.
Otro de los nuestros cayó de cara al barro. Moki, veloz, descargó la furia de su M60 en una ratika que, parapetada en la montaña, nos estaba sacudiendo con su Dragunov.
Los vietnamitas seguían apareciendo de la nada: sufrimos impactos en cada centímetro del cuerpo y cada
dos por tres, volvíamos a aparecer junto al camión en forma de refuerzos fresquitos, y con calzones limpios.
Inodorelli y Moki habían logrado avanzar lentamente hasta la mitad del mapa. Era hora de otra llamada a la artillería. ¡KABOOOM! “¡Agghh… estoy sordo, estoy sordo!”, tipeó Thalen, horrorizado. “No te preocupes, miko, así no escucharás los gritos de miediko del flancito de Rolo”, le respondió Moki.
Inodorelli rió. A mí me bastó para pegarle un tiro en la rodilla que lo dejó rengo.
“Un Hotel Six: de five estrellas…”
Finalmente avistamos el objetivo… dos o tres bunkers con metrallas pesadas esperaban al primer miko tonto que osara enfrentarse a ellas. Yo realmente quería enfrentarme a ellas, pero no soy Moki, digo… tonto.
Balaceras constantes se sucedían y yo ya estaba desorientado, con frío y las medias húmedas, Thalen me preguntaba todo dos veces porque no escuchaba nada, delatando por sus gritos nuestra posición. Cádaveres mutilados y agujereados por doquier. Toda esta locura capitalista perpetrada por el FMI debía terminar.
Tomé nuevamente los binoculares. Noté en la lejanía un par de vietcongs balaceándose con Moki e Inodorelli, que se veían pekeñitos, ocultos como niñas tras unas rocas mientras las trazadoras repicaban cerca de ellos. ¡Los estaban rodeando! Si los atrapaban, todo terminaría… los torturarían introduciéndoles juguetes en la cola y vaya a saber uno qué otra delicatessen oriental…
Estaban demasiado lejos para intentar algo con mi metralla. Llamé a Hotel Six. Indiqué las coordenadas. Luego tipié a mis amigos atrincherados que rogaran al cielo y escribieran una carta a sus madres. Pronto todo acabaría (pronto = 5 segundos). La tierra tembló y ya nada quedó de los bunkers, ni del vietcong ni de… bueno, lo último que alcancé a ver fue dos cuerpecillos humeantes catapultados graciosamente por los aires y un cartelito que decía US ARMY WINS. Y así fue como le di la victoria a mi equipo. Inodorelli y Moki ayudaron, ojo… He dicho.
[Ahora… veamos la misma situación desde los ojos de Moki…]
Irrompibles vs. Vietcong
HOY PRESENTAMOS: PÍNTALO DE MARRÓN (MARRÓN KK)
Los hechos según Sebastián “Moki” Di Nardo
Desde hacía meses mi vida era trabajo, trabajo, sexo y más trabajo (sí-sí, los Irrompibles también tenemos sexo ¿y qué?). Pero mi existencia necesitaba el picor de antaño, aquella vieja sensación de pánico y ansiedad, los gritos desperados de Rolo pidiendo cambio de pañales y el silencio de Inodorelli ofreciendo cualquier objeto punzante para limpiar el trasero de mi amigo.
Sí; necesitaba una nueva sesión Irrompible y el único juego capaz de darnos el alegror necesario era Vietcong. Poniendo mi mejor voz de desesperación (marche un Oscar a la mejor actuación para mí) llamé a Inodorelli pidiendo ayuda en medio de un tiroteo. Yo sabía que este paternal monigote era el único capaz de llegar al corazón de Rolo. Sembrada la semilla del mal, armé un servidor a prueba de tonticos (más de una vez me llaman mis camaradas diciendo que no ven el server, que cómo le llamé) y que por supuesto sería “Moki server” y me senté a esperar… ah, y por cierto, no era Camel lo que prendí, era Gold Leaf.
Esperando a Morfetus y el agente de Poxipol
Bueno, era fácil. Solo tenía que esperar en el punto de partida. No tardaron en llegar los dos perikillos junto a nuestro amigo Thalen.
Entraron disparando para todos lados e Inodorelli a los gritos: “¿Dónde está el miko?”. Al verme en el punto de partida, fresco como una lechuga, montaron en cólera y Rolo me culpó de interrumpir sus andanzas con una joven sueca. Sin preocuparme demasiado, le dije: “Rolo, la pornografía hace daño y más daño aún las películas de Private donde abundan jóvenes suecas. Si sigues así deberás depilarte las manos.”
Inodorelli, por el contrario, tenía el rifle sniper pegado a la cara, y miraba desorbitado hacia todos lados.
La cara de su personaje me hacía acordar mucho a la del agente de Cipol, así que decidí bautizarlo como la versión drogona y sesentosa del mismo. Inodorelli sería el agente de Poxipol.
Thalen por el contrario, se mostraba frío y firme. Ese muchacho sería de gran utilidad.
Así comenzó un nuevo capítulo mientras nos abríamos paso entre la lluvia y el fango.
¿Esta rayita en el mapa no será la de mi ano?
Mientras nos arrastrábamos hacia nuestro objetivo (que en realidad nunca supe cuál fue) se desató el caos. Las balas comenzaron a zumbar sobre mi cabeza, y vi cómo caían adelante mío Thalen y Rolo. Me acobaché en un pozo embarrado desde donde podía ver la panzada que se hacía Inodorelli con su sniper. El agente de Poxipol no erró un tiro, pero tampoco lo hizo un pequeño oriental de pantaloncillos caqui, oculto tras una roca, a cinco metros sobre su cabeza. El maldito “comearroz” le dejó una impresión dental completa en el piso con su Dragunov. Me causó mucha gracia, y reí… reí tan fuerte que la ratika oriental me descubrió y lo último que vio mi ojo izquierdo fue el fogonazo del rifle enemigo. Cuando volví a la vida (¿qué esperaban?, los Irrompibles no mueren) tuve que recuperarlo del tronco de un árbol, junto con mi mapa y la raya de mi ano.
Furioso, grité los únicos insultos de marica que vienen con el juego, y pude escuchar cómo una voz aflautada gritaba algo acerca de sus madres y botas de cowboy. ¿Pero qué coño había sido eso? Oh, ya recuerdo, acababa de ser desvirgado por un Dragunov.
Fue entonces cuando Rolo se hartó y decidió ordenar un bombardeo sin avisarnos, como cuando jugábamos Hidden & Dangerous. Una vez más las bombas cayeron muy cerca de mí, tanto que en realidad al contrario de lo que él afirma, solo volaron tres pijamas negros: el cuarto era yo con el uniforme un poco chamuscado y los ojos entrecerrados del dolor.
Volví con mi M60 escupiendo fuego una y otra vez, siguiendo a Thalen y a Rolo. Solo Inodorelli sufría el dolor en cómodas cuotas gracias a la distancia segura que le proporcionaba su sniper.
El suplicio no terminaba, los vietnamitas salían como ratas todo el tiempo. Solo hasta que Rolo decidió bombardear de nuevo, dejando sordo a Thalen. No pude evitarlo y se me escapó un: “No te preocupes, miko, así no escucharás los gritos de miediko del flancito de Rolo”. Inodorelli rió y el miko blancuzco no soportó la burla y le disparó en la rodilla. Yo reí y me disparó en la cabeza.
“Rolo y sus coordenadas fáciles”
Si hay algo que a este pekenio monigote le divertía era llamar a Hotel Six para ordenar bombardeos. En su afán por solucionar la situación, hacía cálculos rápidos de la posición del enemigo y a veces no eran los más acertados. Fue así como terminó la misión, con una especie de variación de la “Gran Chiquilín”. Ya todos conocemos esta jugarreta de Rolo: cuando pierde espera a que el resultado lo favorezca mínimamente para retirarse airoso del juego. En esta oportunidad, decidió bombardear la zona sin importar que estuviéramos cerca y nos sacrificó como corderitos solo para llenar su plato de gloria. Las bombas cayeron y su mínimo error de cálculo depositó dos pepas de la muerte sobre nuestras diminutas cabezas. El equipo ganó, pero los dos cuerpecillos que salieron catapultados no eran vietnamitas. Así fue como se retiró del juego diciendo que había salvado la misión de la amenaza oriental. Una vez más él había salido airoso de la situación, a costa de dos pelines (Inodorelli y yo) que sirvieron de carnada. A nuestro rosario de improperios respondió con tranquilidad: “oh… lo siento, pero la sueca de pelos rubios me espera, adiós”. Y así fue como descubrimos que existía “la gran chiquilín 2.0”.