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Irrompibles vs. Crimson Skies

IRROMPIBLES VS. CRIMSON SKIES
COMO LIMPIARSE LA COLA A CIEGAS.
INODORELLI ES COMO UN BEBE, SIEMPRE CON LOS PAÑALES SUCIOS.

Era terrible, los gloriosos Irrompibles habíamos sufrido los desmanes del tiempo, y la vejez
se había apoderado de nosotros como un fantasma grisáceo. Desaparecimos como aquellos pistoleros que desarman su banda momentáneamente para no levantar sospechas después de haberse afanado un banco. Nosotros no habíamos hecho nada así (imagínense que en lugar de escribir estas líneas estaría tirado como una lagartija, con mis ojotas de cuero Key Biscaine en alguna playa del Caribe mientras ustedes se preguntaban: ¿Qué pasó este mes con Los Irrompibles?)

Nuestra situación se complicaba cada vez más. El primer problema era Jay Pee, que desapareció sin dejar rastro atribuyendo a su inminente mudanza el que su máquina estuviera embalada desde hace meses. ¿Acaso este muchacho no tiene sentimientos? ¿Cómo dejar la computadora en una caja durante tanto tiempo sin sentir picor? En segundo lugar, tenemos a Kaveyox, quien fuera desterrado por razones laborales al Brasil por un par de meses, aunque para cuando lean estas líneas quizás esté entre nosotros listo para volver al campo del honor. Luego tenemos a mi fiel compañero Rolo, quien atribuye sus ausencias a la falta de tiempo y a la carreta que tiene por máquina. Su vetusto cachivache osaba dejarlo fuera de cualquier competencia, como si el pequeño roedor que correteaba en su interior decidiera tomarse una siesta cada vez que el teléfono sonaba con un “IN POSITION”. Finalmente estaba yo, Moki, un miko viejo y cansino, despechado por todas las infamias que Rolo había dicho sobre mí. Mi honor estaba manchado por habladurías baratas de un perdedor. Solo quedaba Inodorelli, aquel implacable mozalbete que pasaba la mitad de su vida o­n-line. El nunca rechazaba un combate, pero solo éramos dos. Hasta que sonó el teléfono.

Rolo: In Position…
Moki: ¿Rolo?
Rolo: Debemos volver. Crimson Skies. Te espero en ICQ.
¡Click!

No podía creer lo que acababa de escuchar y sin perder un instante estaba en la autopista informática. Mientras esperaba a Rolo, le dejé un mensaje a Inodorelli:

“KK vieja, estoy por jugar con Rolo al Crimsom”.

Como era de esperarse, Rolo se tomó su tiempo para aparecer y sus noticias eran muy desalentadoras. El maldito hamster que habitaba en el interior de esa cajita musical que él llamaba computadora, lo había hecho de nuevo. Cuando intentó ejecutar el juego su achacada Voodoo 2 decidió no funcionar, y mientras yo lo esperaba o­n-line el instaló y reinstaló los drivers de video sin éxito. Una vez más el Pucará de Rolo quedaría en el hangar. Una vez más el mundo se perdería de sus monerías en el aire y de sus mentiras al día siguiente, tratando de explicar por qué había perdido.
Cuando la tristeza me abrazaba con sus dedos helados, Inodorelli contestó mi mensaje. Él estaba listo para la batalla, y en pocos minutos ambos estábamos surcando los cielos de Hawaii.
Gracias a Dios, Crimson Skies funcionó a la perfección y nos permitió conectarnos vía TCP/IP, evitándonos la tortura de jugar vía Zone. Para mi sorpresa el juego funcionó a la perfección, dándonos esa sabrosa sensación de estar jugando en una LAN. Hermoso.
Como era de esperarse, le hurté a Inodorelli la primera victoria con la facilidad con la que se le roba una bolsita de Sugus a un niño, y por supuesto mi contrincante montó en cólera. Yo sabía, por supuesto, que mi ventaja descansaba en la cantidad de horas de vuelo que tenía y mi hermoso joystick, pero él insistió. Una y otra vez reconfiguró sus teclas con la esperanza de encontrar la forma de hacer target.
Cuando por segunda vez nos encontramos en los cielos, era evidente que había conseguido dominar su Fokker, pero seguía piloteando a ciegas. Era fácil darse cuenta: NO TENIA NI LA MÁS PÁLIDA IDEA DE DÓNDE ESTABA MI AVIÓN. Una y otra vez le perforé la cola con mi metralla, mientras él intentaba desesperadamente evadirme. Creo que debe haber insultado a todos mis antepasados cuando terminó la partida, porque una vez más lo había aplastado con una facilidad absoluta.
Pero su sangre italiana le impedía darse por vencido. Nunca había conocido a un contrincante tan feroz, tan porfiado y tan enceguecido por la derrota. Sí, amigos, Inodorelli quería más, y entonces sucedió lo inexplicable. Después de haberlo vapuleado 3 ó 4 veces, me divisó como a un punto negro en el cielo y se arrojó sobre mí con toda su furia. Allí estábamos los dos cara a cara , frente a frente, y antes de que pudiera moverme un misil me pegó en la nariz. El maldito me había derribado, y se reía de mí acobachado sobre su teclado mientras movía con rapidez sus deditos.
Tengo que destacar su heroica actitud, cuando volando a ciegas y en inferioridad de condiciones, el maldito miko me dio pelea. De alguna manera se las había ingeniado para encontrarme con mayor facilidad y empezó
a aplicar sus tácticas de cansancio, volando en círculos. Después de un tiempo, uno de los dos se cansaba o se mareaba y cometía un error. Por supuesto, no era yo, jiji. Quizás mi destino de victoria hubiera cambiado su rumbo de estar Rolo presente. Ya me lo imagino aprovechando cualquier oportunidad para balearnos por la espalda y salirse con una victoria. ¿Qué sería de él en ese momento, mientras Inodorelli y yo rayábamos la pintura de nuestros aviones? Bueno, la verdad, no era momento de preocuparme por él, tenía que deshacerme de la maldita ladilla que tenía frente a mí.
Inodorelli se transformó en Val Kilmer en la película en que hace de ciego junto a Mira Sorvino. Cuando parece recuperar la vista todo termina para él y vuelve a la oscuridad total. Justo cuando comenzaba a dominar los controles pareció perder la noción y con la ayuda de todos los artilugios que mi joystick permitía, lo empomé con una facilidad absoluta. Le arranqué el orgullo a tiros, magullé su amor propio y aplasté su altanería mientras fumaba un cigarrillo con una mano y con la otra me rascaba la nalga. Creo que me daría fiacor contar las veces que Inodorelli limpió con su lengua las playas de Hawaii, pero el plato fuerte vendría al día siguiente…
Sonó el teléfono y escuché la vocecita de Rolo que decía:

Rolo: Hola, caca. ¿Cómo les fue anoche con el Crimson?
Moki: Eso mucho no importa, lo que quiero saber es qué pasó con vos.
Rolo: Bueno, la verdad es que decidí terminar con mi tortura, voy a deshacerme de mi pequeña maquinita, que tantas alegrías supo darme.
Moki: Era hora de que cambiaras ese carretor…
Rolo: Si, dejaré de tener Parkinson a la hora de ametrallar alemanes en el Hidden & Dangerous, volveré a ser feliz. Lo que no creerás es lo que hoy me pasó.
Moki: …
Rolo: Bueno, decidí hacer un backup de todo el alegror y antes de hacerlo volví a probar el Crimson… y funcionó.
Moki: Eres miko…
¡Click!

Epílogo: Hoy en día Moki se ha hecho experto aviador, tiene tantas medallas en el pecho que debió ser internado en el sanatorio Mitre por una hernia de disco en la zona lumbar. Rolo decidió prender fuego su máquina y olvidarse de una buena vez de todas sus penurias, pero su máquina ni siquiera prendió fuego y pasó el resto de su vida jugando con avioncitos de juguete. Inodorelli descubrió que su verdadera vocación no era pilotear aviones, y actualmente se desempeña como azafata en una conocida línea aérea.


Sebastián “Moki” Di Nardo
Enero 2001

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