La princesa que quería vivir
Había una vez, en un rincón olvidado de un sombrío bosque, un juego intrigante llamado Slay the Princess. Como es muy difícil profundizar sobre casi cualquiera de sus aspectos, se los comentaré como un cuento de hadas. Pero no uno convencional, sino una oscura fábula tejida con hilos de moralidad retorcida y misterios sin resolver. Tan retorcidos como los árboles de este bosque, que susurran secretos a aquellos valientes, o insensatos, que se aventuraban a explorarlo.
En este cuento, me encuentro ante un camino sinuoso, acompañado por un Narrador, con el cual puedo interactuar activamente. Me relata cada acontecimiento a medida que se sucede, mientras me guía hacia mi objetivo, con una frase que repite una y otra vez: “Slay the Princess”. No sé por qué estoy aquí, ni quién es el Narrador. Ni siquiera tengo la descripción o identidad del personaje del cual estoy tomando el control. Pero la tarea se define con claridad: matar a la princesa en la distante cabaña y así salvar al mundo. ¿Por qué? ¿Cómo una cosa tiene relación con otra? No se me explica. Solo me dicen que la princesa no es lo que parece. Y que, si sale al exterior, el mundo llegará a su fin.
Por fin llego a la cabaña que se alza al fin de una colina. Está iluminada por una luz tenue y, a través de sus ventanas, puedo ver una habitación humilde, con una abertura que conduce al sótano. El Narrador no deja de insistir con la importancia de mi tarea: soy el único que puede salvar el mundo. Así, entro en la vivienda y, resignado, bajo la escalera hacia mi destino. ¡Imaginen mi sorpresa al tomar el último peldaño! Esperaba un monstruo, pero encontré una dulce princesa, encadenada, con aspecto vulnerable y gentil.
Me implora que la libere. No sabe su nombre, ni como llegó allí. Tampoco puede responder a preguntas simples, como la forma en que sobrevivió todo este tiempo sin agua ni comida. Poco a poco, en el aire comienzan a flotar preguntas y respuestas extrañas, enrareciendo progresivamente las sombras de mis dudas.
Así, a medida que exploro las ramificaciones de mis elecciones, el bosque revela su verdadera naturaleza. Imágenes en blanco y negro, dibujadas con un lápiz afilado y tembloroso, representaban un mundo donde los contornos de la realidad se desdibujan en la penumbra. El arte, como sueños perturbadores, añaden una capa de inquietud y horror a la experiencia.
Pese a esto, el terror no llega con sobresaltos, sino a través de la pesada, lúgubre y siniestra atmosfera, que es más que suficiente. El miedo va calando e infectando mi mente poco a poco. Y así, comienzo a fragmentarme. Aparecen nuevas voces… ¿Facetas de mi personalidad, acaso? Como sea, resultan identidades que se liberan con cada una de mis elecciones: un héroe, un paranoico, un amante, un asesino…
Mientras, el ciclo se repite. Con cada fallo, vuelvo al principio de esta historia. Y en el núcleo de este ciclo siniestro, la princesa se erige como un enigma envuelto en distintas máscaras. En cada ciclo, su voz, interpretada con maestría, deja ver desde la inocencia hasta la monstruosidad absoluta. Cada variante de la princesa revela facetas ocultas de su ser, como capítulos de un libro maldito.
Por otra parte, El Narrador, con su tono de misterio y humor retorcido, se convierte tanto en compañero de viaje como instigador. Y también me surgen dudas sobre su agenda, sus verdaderas intenciones. Sabe más de lo que dice. Sus palabras, a veces como una brisa gélida y otras como el susurro de la locura, se entrelazan con mis decisiones, tejiendo un tapiz de incertidumbre y desconfianza.
¿Quién soy? ¿Quién es la Princesa? ¿Y el Narrador? ¿Y la verdad? Este bosque parece un lugar de enigmas, donde la moralidad se desdibujaba, como los árboles envueltos en la espesa niebla. Alguien miente, alguien dice la verdad… ¿O acaso todos dicen su parte de la verdad? Como sea, me hacen dudar de manera constante de mis decisiones. Siento que hago todo mal. Cada elección resuena en la narrativa como ecos distorsionados, destruyendo progresivamente el relato. Con cada ciclo lastimo la realidad, la fragmento, pero al mismo tiempo revelo fracciones de la verdad. Y, en un punto, me doy cuenta: yo no soy el protagonista, sino el titiritero que mueve sus hilos en esta siniestra obra. Quizá el más cruel de todos, porque soy el único que tengo recuerdo pleno de cada uno de los reinicios.
Y así, en las sombras de este bosque, sigo sumergiéndome en este retorcido cuento de hadas. Las cuestiones morales se entrelazan con la repetición. ¡El infierno es repetición! ¿Acaso es ahí donde me encuentro? Las decisiones resuenan en el silencio del bosque, como un suspiro cargado de significado. Slay the Princess no es solo un juego, es una macabra danza de elecciones y consecuencias. [i]
DESARROLLADO Y DISTRIBIUDO POR: Black Tabby Games
GÉNERO: Novela visual
DISPONIBLE EN: PC
QUÉ ONDA: Un juego con una personalidad impresionante.
LO BUENO: La atmosfera. Las actuaciones de voz. La manera en que va pelando cada capa del relato.
LO MALO: No tiene traducción al español; con la carga de texto y su complejidad, puede ser para muchos un perno total.

Gustavo Sobrero, alias El Cenizas, es Jefe de Redacción de [IRROMPIBLES]. Fue criado por una comunidad de flamencos con aspiraciones teatrales, de quienes heredó el talento para posar dramáticamente en cualquier foto grupal. Pasó su juventud investigando si los peces tienen acento regional al hacer “blub”. Está absolutamente convencido de que nadie lee esta información en los perfiles (planea demostrarlo con este texto). Pueden seguirlo en Twitter (@ElCenizasWTF) y en Instagram (@el_cenizas).
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