¡Liberen al kraken!
A veces uno necesita algo más que dragones genéricos y guerreros con abdominales imposibles. Necesitamos pólvora, tentáculos y un poco de venganza marítima. Rogue Waters trae todo eso envuelto en un roguelike táctico que se disfraza de juego simple… hasta que te empuja al agua con una patada en la mandíbula.
Arranca con venganza, sigue con muerte y termina en… más muerte. Nuestro protagonista, Cutter, arranca muerto. O casi. El ex capitán lo traiciona, le roba un ojo y lo manda a dormir con los peces. Pero plot twist: el flaco vuelve a la vida gracias a una deidad marina con tiempo libre y ganas de ver quilombo. A partir de ahí, arranca una cruzada de venganza llena de insultos creativos, monstruos marinos y decisiones tácticas que nos hacen pensar más que una charla con tu contador.
Tutorial con olor a pólvora
La primera sorpresa es que el juego explica bien cómo jugar. Lo digo así de simple porque, honestamente, no es tan común. Acá te tiran un prólogo decente con combates suaves y una narrativa que, sin ser Shakespeare, tiene más carne que varios triple A de hoy. Pero, en cuanto a lo jugable, incluso si nunca tocaron un XCOM, esto se deja jugar tranqui.
Después del tutorial nos largan con un barquito tan apropiado como un mate sin bombilla, una tripulación de inadaptados y la promesa de que vamos a sufrir. Y sí, van a morir. Pero tranquilos, Rogue Waters es de esos roguelikes buena onda: cuando la palman, se quedan con el loot. Una mecánica ideal para los abonados a la derrota constante.
Cañones, cuchillazos y física de la buena
Cada encuentro tiene dos fases: primero, combate naval. Cañoneamos la nave enemiga como si estuviéramos jugando al Battleship live action. Podemos elegir entre destruir módulos, achurar tripulantes o volarle los cañones. Todo con un sistema de puntos de comando que obliga a tomar decisiones crueles, como: ¿prefiero salvar a mi artillero o reventar ese camarote? (spoiler: siempre reventar el camarote).
Después viene la fase gloriosa: abordaje y combate por turnos, en cubiertas llenas de barriles, fuego, sogas colgando y piratas gritones. El chiste acá no es solo pegar, sino empujar a los enemigos como si fuera un pinball. Si lo hacemos bien, podemos armar un dominó de violencia que termina con media tripulación enemiga en el océano o reventada contra una caja.
Y si todo eso no alcanza, tenemos el botón mágico: “¡Liberá al kraken!” Literal. El tentáculo gigante aparece, aplasta cinco enemigos. El miedo que genera también llena una barra: cuando está al mango, la tripulación enemiga se rinde sola. Porque claro, a mucha gente le gusta comer pulpo, pero a nadie le gusta ser comido por él.
Tripulación, upgrades y decisiones con olor a ron
Entre misiones, volvemos a la base para mejorar el barco, reclutar especialistas con árboles de habilidades random, y darles un descanso a los que quedaron más rotos que el joystick que le damos a las visitas. Hay planificación, sí, pero tampoco es Excel. Se siente más como armar nuestra propia banda de rock pirata, con habilidades como “empujo gente”, “disparo en área” o “soy básicamente un tanque con parche en el ojo”.
Hay muchas rutas posibles, algunas con eventos random, otras con tiendas (que podemos saquear, porque pirata), y otras con combates que nos dejan llorando en posición fetal. Todo esto se repite en cada run, pero con suficiente variedad para que no se sienta un castigo.
Visuales simples, humor ácido y una historia que se deja querer
Gráficamente, Rogue Waters no vuela la peluca, pero tiene lo suyo: efectos acuáticos lindos, islas coloridas y un montón de detalles en los combates si prestamos atención. El arte es funcional, la animación cumple y los insultos piratas están al nivel que exige el gremio. Hay algo de historia sobrenatural ahí atrás, con monstruos marinos esclavizados y una vendetta ambiental, pero la posta es que todo sirve de excusa para que vayamos de barco en barco generando caos.
Y si están esperando diálogos dignos de un drama victoriano… esperen sentados. Pero si buscan frases como “te voy a meter este ancla donde no da el sol”, acá están en su salsa.
Conclusión: entre el abordaje y el amor
Rogue Waters no es perfecto. Se pone repetitivo a veces, los combates navales podrían tener más gracia, y algunos eventos son más de lo mismo. Pero también es un juego con alma, con mecánicas divertidas, y con más estilo que un loro con tatuajes.
¿Vale la pena? Si les gusta el combate táctico, el humor negro, y la idea de empujar piratas al mar como si fuera un deporte olímpico, sí. Y si no… igual pruébenlo, tiene demo en Steam. Total, ¿qué es lo peor que puede pasar? ¿Volver a morir? [i]

Gustavo Sobrero, alias El Cenizas, es Jefe de Redacción de [IRROMPIBLES]. Fue criado por una comunidad de flamencos con aspiraciones teatrales, de quienes heredó el talento para posar dramáticamente en cualquier foto grupal. Pasó su juventud investigando si los peces tienen acento regional al hacer “blub”. Está absolutamente convencido de que nadie lee esta información en los perfiles (planea demostrarlo con este texto). Pueden seguirlo en Twitter (@ElCenizasWTF) y en Instagram (@el_cenizas).
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