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Diablo IV: Temporada 8 ¡Les contamos qué onda!

Belial pone un poco de orden

Después del caos tibio de la temporada anterior, Diablo IV – El Regreso de Belial nos devuelve algo que hacía rato no veíamos: una progresión ajustada, exigente y con sentido. Cada salto de tormento se siente como una barrera real. Si queremos avanzar, necesitamos afinar la build. No alcanza con armar algo “más o menos”, apretar botones y listo. Entonces, ¿es una temporada perfecta? No, pero me está gustando un montón.

Esta es, sin vueltas, la mejor progresión que tuvo Diablo IV hasta ahora. El ritmo al subir niveles, la cadencia de los drops, la lógica de escalar tormentos… todo está donde debe. No inunda de ítems que vamos a triturar sin mirar, pero tampoco nos deja seco. Y si estamos ajustados de gear, no hay trampa: el jefe de tormento superior nos rompe la cara. Hay que laburar la build, cambiar aspectos, farmear bien, y eso —por fin— se siente como un arpg enfocado al loot y buildeo bien pensado.

Los poderes, los jefes, y la gracia de farmear

El sistema de poderes de jefe está muy bien, de lo más entretenido desde la temporada de los vampiros. Básicamente, después de pasar por cuchilla a los jefes, podemos equipar sus poderes y ventajas. Además, los jefes de guarida ahora están bien paridos. Más difíciles, más variados, mejor integrados. El loop de hacerlos para ganar reputación y mejorar se siente orgánico. Antes eran un trámite. Ahora, un objetivo.

En cuanto a la actividad central de temporada, las Incursiones, arrancan con potencial pero se desinflan rápido. Son una mezcla entre eventos de Legión (por mecánica) y Mareas Infernales (por escala). Y eso no está mal, pero tampoco rompe moldes. El problema viene después: una vez que maxeás los poderes útiles, no queda ningún incentivo real para seguir jugándolas. ¿Resultado? Telarañas. Salvo que metan un parche que las reactive con recompensas más jugosas, su vida útil es extremadamente limitada.

Polémica con el nuevo Battle Pass: más negativo que positivo

El sistema de relicarios reemplaza al battle pass tradicional, y aunque suene a mejora modular, la realidad es que da menos por lo mismo. Antes, al pagar el pase, recuperábamos 700 de los 1000 platinos invertidos. Ahora nos da solo 200 en el track gratuito. Para quienes jugaban religiosamente y financiaban parte del siguiente pase con el anterior, esto es un golpe. Blizzard disfraza este cambio con “más elección” y que ahora los 200 platinos están en el track gratuito…

Seamos honestos: el que compra un pase quiere valor, no opciones estéticas fraccionadas. Y la eliminación del set gratuito para todos, que antes era un mimo estético, también suma al malestar. Otro cambio con impacto: el pase ya no incluye todas las recompensas, salvo que compremos la edición más cara.

Todo esto pone el foco en una monetización más agresiva y menos amigable. Una locura total, pensando en que Diablo IV está luchando por recuperar terreno, desde atrás, frente a dos títulos competidores cada vez más ajustados. Desincentivar el compromiso a largo plazo parece una decisión cuestionable. Y, yendo a lo más simple: los pases de batalla deberían autofinanciarse en todos los juegos, premiando a los más dedicados. No demos más vueltas ni excusas flojas de papeles.

Cambios de calidad de vida (y sí, hay buenos)

En el medio de todo esto, Blizzard metió varias mejoras clave: teleport directo a jefes, recetas de temple que recuerdan la última usada, y una reorganización del sistema de reputación que alivia el grindeo sin destruirlo. También subieron las recompensas de reputación por derrotar jefes de mundo. Aplausos.

Sobre lo que falta: todavía no hay un sistema de endgame que unifique todo. La season no construye hacia algo mayor, ni hay una meta que enganche más allá del build. Si no estamos buscando exprimir el último punto porcentual de eficiencia, el loop se agota rápido. Claro que, a futuro, se vienen cambios al árbol de habilidades, y eso sí que ilusiona.

¿Entonces, vale la pena volver?

Sí. No tanto por la temporada en sí, sino por el estado general del juego. El loot, la progresión y los sistemas están en un lugar muy saludable y disfrutable. El Regreso de Belial no es un regreso glorioso, sino una base sólida para edificar las siguientes temporadas. Es evidente que Diablo IV no quiere bajarse de la pelea por la corona, enfocándose en mejorar sin perder identidad. [i]


 

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