Despedidos en el espacio
Un gusano espacial con gastritis nos escupe bilis radioactiva mientras tratamos de armar un jetpack con restos de un microondas. No es una metáfora: es un día cualquiera en Revenge of the Savage Planet. Una secuela que nadie esperaba, pero que, por algún designio cósmico, nos viene a recordar que incluso en el rincón más ridículo del universo, hay lugar para la venganza, la exploración y chistes tan malos que terminan siendo buenos.
Somos un pobre explorador despedido antes de empezar a laburar. Sí, la historia arranca con una carta de despido interestelar, cortesía de Alta Interglobal, la megacorporación que compró Kindred Aerospace solo para desechar empleados como si fueran envoltorios de caramelos. ¿El plan? Sobrevivir, vengarse y recolectar suficientes recursos como para construir algo que nos saque de este pozo cósmico.
Todo se desarrolla en una constelación de planetas que parecen diseñados bajo los efectos del abuso de jarabe para la tos. Hay desiertos fluorescentes, bosques con árboles pasados de personalidad, y criaturas que van desde tiernos globos peludos hasta gorilas “lanzalava” con hemorroides volcánicas. Todo cargado de un humor tan exagerado que nos provoca una saludable mezcla de risa y vergüenza ajena.
Zoológico psicodélico
Si alguien pensó que esto era solo una sátira espacial, se equivocó: Revenge of the Savage Planet es un metroidvania livianito, con plataformas, crafting y exploración repartida en cuatro planetas principales. Volvemos sobre nuestros pasos cada vez que desbloqueamos un nuevo chiche: botas para caminar sobre baba, guantes para revolear bichos y un jetpack que nos transforma en Mary Poppins intergaláctica.
La progresión es constante, con mejoras que se van acumulando: cuando creemos que ya tenemos todo, aparece otro ítem. ¿Necesario? Tal vez no. ¿Divertido? Definitivamente. Eso sí, vamos a farmear materiales como si fueran figuritas difíciles. Hay secciones que piden volver una y otra vez al 3D printer, como si cada nuevo módulo fuera el santo grial, cuando en realidad es un gancho glorificado.
Saltos, balas y golpes bajos a la física
Acá no se trata de precisión quirúrgica ni de reflejos de eSports. Es todo más relajado, los saltos se sienten con gravedad en oferta, los combates son caóticos, y la movilidad es la gran estrella. Nos deslizamos, volamos, rebotamos y trepamos con tanta gracia como un gato con cohete en la espalda. La tercera persona le hace justicia a las animaciones absurdas. Cada caída, cada piña, cada muerte accidental se transforma en una mini escena de Looney Tunes, con comentarios sarcásticos y enemigos salidos de un experimento entre Pixar y Adult Swim. La dificultad es accesible, salvo por algunos puzzles o jefes que exigen algo más de seso o paciencia.
Cuando el diseño artístico se pelea con la cordura
Visualmente, esto es un delirio pop. En especial en la patela de colores, que prácticamente insultan la retina, y una flora y fauna que parece sacada de Mtv en los 90. Cada planeta tiene su estética marcada, aunque ninguno rompe moldes: tenemos el clásico nivel de hielo, la zona volcánica, la jungla húmeda con cosas que chorrean y un exceso de criaturas con demasiados orificios activos.
El diseño sonoro acompaña con efectos que van del escupitajo visceroide al chillido de una suerte de tostadora nerviosa. Y si hablamos de música, la ambientación es correcta. Cabe destacar los comerciales delirantes que aparecen en nuestra base: pastillas milagrosas, productos sospechosamente radioactivos y una robótica de RRHH que merece su propio spin-off.
¿Solo o acompañado?
Todo lo que hagamos, lo podemos hacer con un cómplice. El modo cooperativo funciona sorprendentemente bien. No estamos atados como si fuésemos siameses digitales: cada uno puede irse a explorar su propio lugar y combatir con sus propias criaturas asesinas. ¿Lo mejor? Experimentar juntos: tirar un frasco de baba inflamable mientras el otro pasa caminando, y ver el resultado en slow motion con gritos reales de fondo.
Eso sí, la performance no siempre acompaña. Hay bugs, bajones de frames y algún que otro crash que nos devuelve al menú como si nada hubiera pasado. Pero al menos el juego guarda seguido, como si supiera que se va a desmayar de la emoción en cualquier momento.
La venganza es flúo
Revenge of the Savage Planet no intenta ser perfecto. No lo logra. Ni lo necesita. Lo suyo es el despelote encantador, la crítica disfrazada de broma y la exploración disfrazada de colecta de basura interestelar. Es un juego que se ríe de sí mismo, de nosotros, y sobre todo de la idea de que hay que tomarse en serio para ser grande. ¿Lo recomendamos? Solo si están dispuestos a reírse, divertirse y perdonar algunas imperfecciones. No cambiará sus vidas, pero puede mejorar su semana. Y con suerte, les regala una carcajada entre tanta seriedad espacial. [i]
DESARROLLADO Y DISTRIBUIDO POR: Raccoon Logic
GÉNERO: Survival, metroidvania
DISPONIBLE EN: PC, PS5, Xbox Series X|S
QUÉ ONDA: Metroidvania livianito, psicodélico, con mala leche y baba radioactiva.
LO BUENO: Mundo loco, vibrante y colorido. Humor ácido que no perdona. Plataformeo ágil y movilidad satisfactoria. Coop sin ataduras.
LO MALO: UI abrumadora. Backtracking excesivo. Bugs y caídas ocasionales. Humor constante que a veces satura.
Este análisis de Revenge of the Savage Planet fue realizado a través de un código de prensa provisto por sus desarrolladores.
- CALIFICACIÓN75%