La secuela de Hideo Kojima llega el 26 de junio a PS5 y promete un viaje más salvaje y, al mismo tiempo, más estratégico. Después de reconectar a Estados Unidos y ganarnos la vida como repartidores del apocalipsis, Sam Bridges cambia de aire. En Death Stranding 2: On the Beach, lo encontramos en México, hasta que Fragile aparece con un nuevo pedido urgente: viajar a Australia para reconectar a una humanidad todavía más rota.
La historia arranca 11 meses después del primer juego, pero esta vez el ritmo es más ágil. Ya no hay horas de cinemáticas para explicar qué es un CV o por qué llueve tristeza: todo va más rápido, con acceso temprano a vehículos, estructuras y armas. Incluso si es nuestra primera vez en Death Stranding, podemos repasar la historia anterior desde el menú o consultar términos con la función “Corpus”.
Australia a pie
El nuevo mapa despliega una versión fantástica del territorio australiano, con fauna autóctona, biomas diversos y una opción de cámara aérea para apreciar la inmensidad. Death Stranding 2 aprovecha al máximo la PS5: el polvo en el desierto mexicano, los incendios forestales o un río desbordado son tan creíbles que dan ganas de ponernos protector solar antes de cruzarlos.
Hay más libertad desde el minuto uno en Death Stranding 2. Las decisiones tácticas importan, desde cómo enfrentamos a enemigos hasta cómo sorteamos peligros naturales. Podemos evitar peleas con granadas de humo o proyectar hologramas para espantar humanos. Si preferimos el caos, hay boleadoras, armas eléctricas y combate cuerpo a cuerpo con sabor a Metal Gear. Por supuesto, el nuevo sistema de día y noche hace pensar el enfoque: de día todo es más visible (nosotros incluidos), de noche reina el sigilo… y los sustos.
Sam sube de nivel según cómo jugamos
Ya no alcanza con repartir bien la carga. Ahora el estilo de juego afecta nuestras estadísticas: si somos sigilosos, mejoramos en sigilo. Si cruzamos rocas a diario, ganamos estabilidad. Además, podemos mejorar rasgos como combate o soporte con “recuerdos” que vamos recolectando. Elegir en qué invertir define al Sam que controlamos.
Death Stranding 2 parece haber entendido qué amábamos del primero y qué nos costó terminar. Sigue siendo un juego raro, lento y simbólico, pero ahora nos permite elegir cómo vivirlo. El ritmo mejorado, las decisiones tácticas, el combate más flexible y un diseño de mundo más generoso parece convertirlo en algo más accesible, sin perder su esencia.