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La salud y la publicidad engañosa

 

Somos una sociedad que vive con los minutos contados. No le dedicamos a comer ni a cuidar nuestro cuerpo todo el tiempo que deberíamos. Sin embargo la televisión y las campañas de publicidad todo el tiempo suben el listón en cuanto a estándares de belleza. Es una carrera inalcanzable: nunca vamos a tener esa imagen que nos quieren vender. Así y todo, los comerciales nos prometen que podemos conseguirlo si les hacemos caso.

Aprovechando esta vida ajetreada que tenemos, algunos inescrupulosos empezaron a diseñar productos que nos darán, con 5 minutos al día, un cuerpo escultural. Para ejemplificarlo, ponen a bellos modelos (generalmente un hombre y una mujer) enfundados en ropas ajustadas y deportivas (posiblemente él sin remera y ella con un top deportivo). Ellos se beben un brebaje o usan un aparato, e intentan convencernos de que el físico que tienen es gracias al producto publicitado. El “Llame ya” se basa en buscar jóvenes perfectos que ya tenían ese cuerpo trabajado y sin un gramo de grasa. Los ponen al lado del elemento publicitado en cuestión, y nuestro cerebro hace el resto: creemos que eso es lo que necesitamos para vernos así.

Hace varios años le creía a estas publicidades. Yo estaba desarrollando una importante panza, y estaba lejos de esos estómagos chatos y trabajados de los Backstreet Boys. Quería esas abdominales… ¡las necesitaba! Si no, estaba condenado a una vida de rechazo por el género femenino. Finalmente mis padres compraron un aparato que aparecía en TV compras, destinado a quemar la grasa abdominal y desarrollar los músculos. Parecía una especie de ballesta que usarían los Power Rangers. Era de plástico, y uno lo empujaba contra la panza. Unos elásticos generaban resistencia, y ese era todo el ejercicio. No tenía el glamour de la publicidad. Después de 5 minutos no sentí acercarme a los Backstreet Boys. Lo tuve secuestrado en mi habitación durante un tiempo, y me sentía realmente estúpido usándolo. Sobre todo porque la caja traía material extra, que recomendaba una dieta más sana, baja en grasas. Entonces el esfuerzo era más que cinco minutos…

No podemos creer en la promesa de que dedicándole poco tiempo a nuestro cuerpo vamos a lograr cambios sustanciales. Estas publicidades muestran al “antes”, gente con sobrepeso haciendo abdominales en forma absolutamente torpe, lastimándose el cuello y la espalda. Después muestran el “después”, hermosos ejecutivos que hacen ejercicio en sus inmensas oficinas, o bellas mujeres que guardan estos aparatos plegados abajo de la cama, en una habitación que sólo encontraríamos en una mansión. Entonces, inconcientemente, asociamos estos productos al éxito y a la buena vida.

Por otro lado, tenemos las publicidades de comida, sobre todo las “rápidas”. Por suerte en mi infancia sólo existía el menú infantil de Pumper Nik (qué viejos que estamos), que traía comida y listo. Ahora con la compra de la cajita feliz vienen unos juguetes alucinantes, y siendo que en los canales para chicos los bombardean constantemente con publicidad de comida chatarra… ¿quién en su sano juicio no querría una de estas cajitas? Un estudio de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (NYCU) aseguró que si se reduce la publicidad de estos restaurantes (McDonald’s, Burguer King, etc.) en los programas infantiles, la obesidad en niños pequeños se reduciría en un 18%, y en un 14% para chicos un poco más grandes. Cerca de una tercera parte de los niños estadounidenses tienen sobrepeso o son obesos, de acuerdo con estimaciones de los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades. El coautor de este estudio, Michael Grossman, profesor de economía de la NYCU, remarcó que uno de cada cuatro comerciales de alimentos que ven los niños en televisión es de comida rápida. En esos anuncios se promete diversión y felicidad, pero no se habla de las consecuencias de consumir estos alimentos en forma regular.

En las publicidades de cereales también hay un mensaje engañoso. Mientras el tigre Tony pide que saques el tigre que hay en vos, las Zucaritas (que son grrrricas, no lo negamos) tienen, como se informa en la caja, 14 gramos de sacarosa y otros azúcares, en cada porción de 30 gramos. Es decir, 40% de este cereal es azúcar. Alejandro Calvillo, director de El Poder del Consumidor, en México, se refirió a una denuncia contra Kellogs, por sus publicidades en donde los niños que comían estos cereales por poco adquirían poderes sobrenaturales. “Una de las causas de este alarmante incremento en la obesidad infantil es que los niños están expuestos a publicidad engañosa que promueve el consumo de alimentos con altos contenidos de azúcares, sal y grasa”, declaró Calvillo. “La propia Organización Mundial de la Salud ha advertido que la publicidad de estos alimentos ‘no debería explotar la inexperiencia y credulidad de los niños’. En el Reino Unido, la Food Standards Agency propuso que los productos con alto contenido de azúcar estén indicados en el empaque, con una indicación de precaución. Esto es para alimentos que tengan más del 15% de su peso en azúcares. Los cereales dirigidos a niños tienen el doble o el triple.

Podríamos seguir citando ejemplos de aparatos que sirven para “ahorrar tiempo y dinero en gimnasios”, al igual que las pócimas para quemar grasas, o los productos sin sodio (como si un deportista no lo necesitase). Pero basta con prender la tele para encontrarlos. Tener un cuerpo fuerte y saludable requiere tiempo. No hay atajos. La trampa es que nos venden un modelo de perfección inalcanzable, para después prometernos que con un esfuerzo mínimo (y nuestro dinero) lo vamos a conseguir.

No necesitamos estudios científicos para comprobar que esto no es cierto. La única verdad es que la salud es cuestión de hábitos. Y eso que se consigue con tiempo y trabajo, se disfruta mucho más.

Les dejo un aviso de Dove, empresa que, aunque su fin es vender productos de belleza, desmitifica bastante lo que son los estándares del mundo de la publicidad.

 

 

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