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Un crimen sin resolver

Un crimen sin resolver 

Vivimos en una plácida isla de ignorancia en medio de mares negros e infinitos,
pero no fue concebido que debiéramos llegar muy lejos.

Howard P. Lovecraft

 

1.

–EN EL INVIERNO DE 1947 –dice Remington, chupando su cigarro– creí que me estaba volviendo loco. Aparecían cadáveres por todos lados. La morgue de la Mission era una pesadilla, y yo tenía que ir a cada rato.

–¿Ni una sola pista? –pregunta Lucius, repantigándose tras el escritorio. Los últimos rayos de sol se filtran por la persiana, poniendo en evidencia la presencia de ácaros y otras porquerías mezclándose con el humo de tabaco. La oficina de Remington es un caos de archivos, objetos viejos y periódicos tirados por los rincones. Lucius repara en el teléfono descolgado.

–Lo buscamos sin descanso –recuerda el viejo detective, y sopla otro torbellino de humo–. Todas las patrullas. Todos los departamentos. El condado entero estaba en máxima alerta. Pero los cuerpos aparecían en donde menos los imaginabas. Arriba de un carro, dentro de un refrigerador… hasta dimos con uno en nuestras propias narices, sobre la West y Spring. Esa estaba casi decapitada. Y hubo varias más en esos días. Parece mentira que hayan pasado quince años.

–Pero tampoco estaban seguros de que fuera un solo asesino.

–Siempre –ronca el detective– pensamos que era el mismo, porque las mataba y las mutilaba con una habilidad muy singular. Cortes perfectos.

Lucius vuelve a tomar el trozo de papel. Es un juego de palabras cruzadas. Casillas que van y vienen, trazos perfectamente dibujados, la palabra X8. Y una cantidad de preguntas imposibles de entender.

–Esto –Lucius sacude el arrugado papel en el aire– tiene que ser posible de descifrar. Tiene que ser la clave de todo.

Por un instante, la mirada de Remington se vuelve turbia.

–Todas las víctimas tenían uno de esos cerca cuando las encontramos. Pero son preguntas sin sentido. Ni los mejores entendidos en criptografía del Metropolitano pudieron encontrar siquiera una pista. Buscábamos a ciegas.

–Supongo que no dieron con el experto apropiado.

 

 

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