Tecnología

Oculus Rift: El futuro del picor en breve crónica

Oculus Rift test

De cómo pudimos probar el famoso sistema de realidad virtual y de qué manera nos quejamos de lo bueno que está así como del peligro a la vuelta de la esquina. También, de cómo Max Ferzzola mojó sus calzones.

La prueba pudo ser posible gracias a Matías Mediña, a quien estoy muy agradecido. Este señor me contactó vía Facebook y me invitó a probar lo que hacía rato ya me venía diciendo que quería conseguir: sus gafas de Oculus VR. Sabiendo que un viejo amigo, Max Ferzzola, moriría del picor al probar el sistemita, pedí autorización a Matías e invité a ese mico gordo, así que allá partimos de misión juntos como si fuésemos a un examen. ¿Podrían estos dos abuelos resistir la experiencia sin mearse o vomitar?

 

¿OCULUS QUÉ?

Primero, para quienes no saben qué es el Oculus Rift, como Moki (me manda un sms y le digo: “¡Estoy probando el Oculus Rift, está increíble!” y el miko feo me contesta: “¿Qué es eso?”; lo mandé a leer la nota de [i] 13, pág. 52), les cuento: es un emprendimiento de un gringo, Palmer Luckey, un investigador de la Universidad de California del Sur (Institute for Creative Technologies), poseedor de la colección más grande de HMD (Head-Mounted Displays) del mundo, y algunos de los fundadores de Scaleform, un popular middleware de Autodesk que se usa para integrar Flash en los fichines. El proyecto inicial se financió con Kickstarter -levantaron casi dos millones y medio de dólares- y luego obtuvo como 14 millones más a través de distintos inversores. Oculus recibe actualmente las bendiciones de tipos pesados como John Carmack (id Software), Cliff Bleszinski (Epic Games), Gabe Newell (Valve), Chris Roberts (Wing Commander) y el chico de moda, Markus Persson (Minecraft), entre otros grossos.

 

THE VR MISSION

Llegamos con Max a un departamento fabuloso con más tecnología adentro que la NASA, y fuimos recibidos por Matías, un tipo increíblemente afable que, como todo capo, tras los saludos peló unas birras, nos miró feo cuando manoteamos un enorme tomo de The Walking Dead y al toque nos llevó directo a la experiencia.

 

Oculus Rift test

Sobre la mesa estaba la valijita negra del Oculus Rift Development Kit, muy parecida a la clásica donde uno suele transportar bombas atómicas y virus de laboratorio.

Debido principalmente a mi conocida valentía, entré primero a la Matrix. Matías me sentó frente a una PC, me ayudó a acomodar las gafas, muy livianas -¡muy livianas!- y, ya adentro del otro mundo, me puso las manos sobre el teclado para que pudiera moverme, porque ya estaba “ciego”. El Oculus te envuelve la cara, sólo ves lo que hay en pantalla. De hecho, se siente mucho la ausencia del cuerpo. La cosa se complementó con un par de auriculares.

¿Y dónde estaba? Había aparecido en un jardín con vista al mar, y enfrente tenía una casa de madera de dos pisos. Se ve en 3D, obviamente, y aunque las imágenes son en baja resolución (esto es un kit de desarrollo inicial, ya está el asunto en HD), como estás “dentro” de la imagen, el cerebro hace su laburo y se sincroniza con lo que percibe. Si movés la cabeza, “ves” alrededor. No hay escapatoria posible.

Me moví, caminé por todos lados, entré a la casa, me acerqué al hogar a mirar el fueguito, subí las escaleras… me resultó una experiencia muy familiar, acostumbrado como estoy a los FPS. Con la diferencia, claro, que me “sentía” adentro de la pantalla, por así decirlo. La primera manifestación de que mi cerebro estaba procesando de otra forma fue al asomarme desde la altura y mirar hacia abajo. Sentí un poquito de vértigo.

Bajé cada vez más contento, con un millón de ideas encendiéndose en mi neurona, pensando en que alguien que no esté acostumbrado a un FPS sin duda tendrá una experiencia absolutamente asombrosa.

Salí al patio, y por un momento me entretuve persiguiendo una mariposa azul que revoloteaba por ahí, y me esquivé fiero cuando me cayó delante de los ojos una hoja seca. Curioso, fue con esa hojita y el sobresalto que me sentí realmente adentro del escenario.

 

Oculus Rift test

A continuación emergí a la realidad. ¡Huijaaa! Y le tocó el turno a Max Ferzzola, que ya les contará qué le pareció en nuestro siguiente número de la revista (lo cual, por primera vez, significa también su retorno a nuestras páginas como invitado que, esperemos, sea frecuente). Sólo les adelanto algo: el mico viejo transpiró y gritó como una nena y empezó a hablar de cosas raras.

Y qué les puedo contar de más. A esa demo, siguieron otras, una mejor que la otra. La siguiente fue una montaña rusa. ¡Mamita! Yo soy un capo con las montañas rusas, naturalmente –aquí la prueba– por lo que no siento vértigo en las reales, ni en esta tampoco, pero claramente se “siente” como una montaña rusa auténtica. La combinación del 3D y la inmersión total en la imagen hacen la magia, y con el descenso el miedito se te amontona en el estómago. ¿Y Max? Gritó como dos nenas, se transpiró todo y -creemos- se mojó los calzones.

A continuación probamos un escenario estilo mundito de Spyro el dragón, súper colorido, lleno de honguitos, puentecitos, vegetación y blah, con “portales” a distintos escenarios. La cámara estaba a ras del suelo, como si fuera un enano, y ese me produjo mucho más vértigo que los anteriores. Muy loco.

Probamos Half-Life 2. No todos los juegos se bancan el Oculus, nos explicó Matías, por un tema de shaders o algo del estilo, pero HL2 aguanta. ¿Qué decirles, sino que es IMPRESIONANTE? Las posibilidades de esto son kilométricas, es un salto tecnológico y cualitativo para los fichines como no se veía desde los tiempos de Quake. Ni hablar del resto de las aplicaciones, por ejemplo para arquitectura e inmobiliaria, agencias de turismo (“¡Rekall, conozca los suburbios de París con su pareja por sólo $1.99 USD!”), cirugías a distancia, porn… es infinito.

 

Oculus Rift test

Me imagino un Dan con Oculus Rift y su cuenta activa de World of Warcraft… ¿Para qué catzo querría salir a la realidad? ¿Y qué diría alguien imposibilitado de caminar que pudiera explorar lugares de otra forma imposibles? ¿O un enfermo terminal? Se me incendia la peluca de las ideas que produce la tecnología del Oculus.

Casi morimos de risa con una demo en la que hay que transplantar un corazón a un paciente y ves unas manos virtuales que se controlan con un dispositivo especial (que viene aparte del Oculus). Andaba muy mal, y era imposible operar. Yo maté a mi paciente en pocos minutos luego de tirar al piso todo, incluyendo el corazón que se me fue entre la cama y la mesita de luz. Max, sin embargo, tras romper la caja torácica del paciente (¡bestiaa!), logró ponerle el corazón.

El final, tras descansar un poco y charlar en el balcón imaginando las posibilidades del Oculus, fue con una demo donde estás en el traje de un astronauta, flotando entre los módulos de una estación espacial en la órbita de la Tierra. ¡Oh, bro! Ver la superficie brillante, azul, del planeta allá abajo… ¡Oh, bro! [i]

 

 

 

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