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[REVIEW] Shadow Warrior 2

shadow warrior 2 main

Sangriento, ridículo y a las chapas

Puede que el galardón al revival noventoso del año se lo haya llevado el nuevo Doom, pero eso no quita que esta continuación de las aventuras de Lo Wang merezca un lugar en el podio. Mucho más veloz y entretenida que la remake lanzada en 2013, esta secuela celebra el caos, el gore, el frenesí, la destrucción masiva y los chistes fáciles. ¡¿Quién quieeere un poooco de Wang?!

Antes, un poquito de historia

Corría el año 1997, y 3D Realms venía de pegarla con un juego llamado Duke Nukem 3D. ¿Cómo superarlo? Bueno, en principio, tomando su anterior proyecto, en ese entonces llamado Shadow Warrior 3D, y metiéndole mucha, mucha presión encima. Basados en el mismo engine, el ya mítico Build, este fichín que andaba de perfil bajo y que apenas había mostrado unos screenshots aquí y allá, ahora tenía la misión de superar en ventas a su antecesor. Como resultado, varios aspectos se potenciaron, como la historia que pasó a situarse en un escenario futurista, pero sobre todo el humor, pasando de ser un juego más serio a uno protagonizado por un ninja con nombre fálico, de dudosa moral, que no para de hacer comentarios desubicados.

Cuestión que al juego no le fue mal, pero tampoco es que la rompió en ventas. Sin embargo, esto no detuvo el lanzamiento de dos packs de expansión, llamados Twin Dragon y Wanton Destruction. El primero fue lanzado en 1998, y fue gratuito para los que ya poseían el juego, mientras que el segundo se lanzó recién en… ¡2005! también gratarola, gracias a un mico quemado que entró a laburar en Duke Nukem Forever y aprovechó el envión para convencerlos de lanzar sus mapas como un agregado oficial al fichín original.

Después de eso… nada. Un silencio que duró varios años hasta que en 2013, Devolver Digital tuvo la idea de traer de nuevo el estilo “vieja escuela” de agarrarse a los tiros con olas y olas de enemigos de forma ultraviolenta sin estar preocupándose por ponerse a cubierto. Como la franquicia Duke Nukem estaba muerta y enterrada gracias al fiasco de Duke Nukem Forever en el 2011, voltearon la mirada hacia su saga hermana, Shadow Warrior.

La remake de hace tres añitos fue bien recibida, tanto en la efectividad de su revival como, incluso, su guión (quizás porque no teníamos muchas expectativas). Nos quedamos esperando una secuela y finalmente sucedió, tres años después, no sólo cumpliendo sino cuadriplicando la fórmula.

El Wang del pueblo

Shadow Warrior 2 es un fichín con un ritmo extraordinario. Arrancamos jugando con Lo Wang, el ninja devenido en mercenario que en el juego anterior, se metió en líos con un demonio por tratar de afanarse una espada (bueno, esas eran sus órdenes) y desencadenó una serie de eventos desafortunados. Cinco años después, seguimos haciendo el trabajo sucio para gente más sucia que nosotros, cuando se nos encarga rescatar a una joven desaparecida. La chica en cuestión, Kamiko, es una científica experta en motores a base de chi (la energía mágica del juego) que trabaja en Zilla Labs, la empresa de nuestro ex jefe. En medio de sus investigaciones con el chi, Kamiko crea una droga muy poderosa llamada Shade, lo que la mete en problemas, y será nuestro trabajo salvarle el pellejo.

Para evitar spoilers, digamos que Kamiko nos va a “acompañar” durante el juego. Su personalidad reservada y un poco adolescente choca en forma constante con el comportamiento de Wang, dando lugar a conversaciones cómicas y momentos un poco incómodos. A pesar de todo, Kamiko logra ser una buena compañía que nos aporta otra mirada sobre los acontecimientos y nos sirve de guía.

El juego es un FPS al estilo de los que abundaban en los ’90. Comenzamos con una espada, pero rápidamente vamos recolectando armas, y una más violenta que la otra. Nada de ponerse a resguardo: acá la estrategia es ir de frente y achurar, filetear, reventar y llenar de plomo todo lo que se nos cruce. Entre los enemigos hay de todo, contando demonios, miembros de la yakuza, androides, criaturas gigantescas y ¡hasta conejos diabólicos!

Además de las armas (hay más de 70 para coleccionar), podemos ir desarrollando poderes que nos van a ayudar en la lucha contra estas criaturas, como hacernos invisibles por un rato, emitir una onda de energía, entrar en estado de frenesí e incluso invocar espinas gigantescas para empalar a los enemigos. Entre los movimientos, tenemos un doble salto y un dash con los que podemos ir de una punta del escenario a la otra en segundos, a las chapas.

Estrata-gemas

El juego no se queda sólo en ofrecernos un inmenso armamento con ejemplares delirantes, oh no. Además, nos deja personalizarlo como queramos. Resulta que los enemigos que vamos limpiando en el camino nos dejan ciertas gemas que, al insertarlas en un arma, pueden potenciar sus efectos, como aumentar la capacidad de balas, aumentar las chances de daño crítico o incluso, darles un poder elemental. Cada arma tiene cuatro slots disponibles para esto, así que tenemos que elegir bien.

¿Y qué es eso del daño elemental? Bueno, es clave, porque ciertos malosos tienen mayor debilidad ante un tipo de daño en especial, por lo que elegir el arma correcta y equiparla con la gema adecuada va a lograr que eliminarlo sea un trámite, algo vital en los combates contra jefes. Ojo, que también pueden ser inmunes y ahí tenemos que cuidarnos de no estar gastando pólvora en chimango.
Las gemas y las armas también se pueden comprar y vender. Algunas las vamos a obtener sólamente en ciertas tiendas, otras en cofres escondidos en los escenarios y otras, como recompensa por cumplir ciertas misiones secundarias.

A medida que avancemos en el juego, iremos ganando experiencia, que al llegar a cierto número se convertirá en puntos. Esos puntos se pueden canjear para aumentar o desbloquear habilidades. Hay muchas, muy distintas, y dependiendo lo que elijamos se va a ir marcando nuestro estilo de juego. Con todo esto, la personalización que nos permite Shadow Warrior 2 es destacable.

A los bifes

La historia es divertida, pero tampoco es Shakespeare. Si nos aburrimos, podemos saltear todos los diálogos y pasar directo a la repartija de tortazos. Además de las misiones principales, las que estamos obligados a cumplir con éxito para ganar el juego, se incluyen otras sub-misiones, tareas que nos encargan los distintos personajes que nos vamos cruzando. Estas misiones secundarias pagan muy bien y nos permiten subir de nivel, incluso el propio juego nos recomienda jugarlas antes de continuar para que no terminemos como postrecito de un jefe final.

Uno de los atractivos que quizás, puede pasar desapercibido a la mayoría es que, a excepción de ciertas misiones, los mapas se generan en forma procedural, es decir que la posición de los enemigos, los ítems, la forma del terreno, las condiciones climáticas y otros detalles se “sortean” al azar antes de jugarlos. Esto permite cierta frescura a la hora de rejugar la campaña, aunque también deriva en misiones que parecen usar un mismo template y por ende, terminan viéndose repetitivas en su aspecto visual.

Una vez que completamos una misión, tenemos la opción de volver en el modo Free Roam, que nos permite explorar todos los rincones y ver si se nos pasó de largo algún cofre o algún miembro del bestiario.

El fachero de Wang

En cuanto a los aspectos técnicos, el Road Hog Engine, que dio vida a Hard Reset y al Shadow Warrior de 2013, es llevado al extremo acá, para mostrar gráficos que a simple vista se ven muy bien, con escenarios que se lucen en un pseudo-realismo peculiar. Distinto es el caso de los modelos de personaje, que atrasan un poco, pero no afectan la experiencia. La música está correcta, y los controles son funcionales aunque a veces sean un poco confusos los atajos para las armas. Puede pasar que nos encontremos con algún error gráfico si llevamos las cosas demasiado al límite, como terminar físicamente superpuestos con una escalera (¿eh, quién prendió el noclip?) pero dados los constantes checkpoints  de seguridad, nada que no se resuelva recargando la partida.

Salvo por el detalle de qué… los menúes de carga son un horror. Son leeentos. Todo el ritmo del que este fichín se puede jactar se nos va esperando que carguen los mapas. En estos tiempos que corren, ya no tenemos tanta paciencia para estas cosas.

Cuatro Wangs al precio de uno

Entre los agregados que tiene esta segunda entrega, tenemos un modo cooperativo que puede ser la delicia de más de uno. Funciona como suele ser costumbre en los juegos modernos: podemos invadir partidas ajenas o invitar a otros a unirse a la nuestra. Así, nos sumamos a la campaña de cualquiera y lo ayudamos a matar bichos, siempre teniendo en cuenta que la dificultad se ajusta a la cantidad de héroes en la partida. El máximo es de 4 jugadores. El modo funciona tal como se anuncia, y no saben el descontrol de trocitos de criaturas que se arma.

shadow warrior 1

Conclusión

No sólo los chicos de Flying Wild Hog hicieron un gran trabajo reviviendo esta franquicia, sino que encima se superaron a ellos mismos con una secuela que potencia todos los aspectos positivos de la primera entrega. Quizás afloja el pedal un poco en términos narrativos, y algún que otro aspecto necesita una modernización, pero sin duda estamos ante uno de los mejores ejemplares que el revival noventoso nos puede dar. Por alguna razón, este título pasó bajo el radar de varios, pero eso no impidió que le vaya muy bien en ventas, así que una tercera entrega es inminente. No se queden atrás de la ola y corran a conseguir Shadow Warrior 2 que está baratito. Les esperan horas de diversión despreocupada, humor berreta, y mucho, mucho gore. [i]

  • DESARROLLADO POR: Flying Wild Hog
  • DISTRIBUIDO POR: Devolver Digital
  • GÉNERO: FPS, Acción
  • PLATAFORMAS: PC, PS4, Xbox One

CALIFICACIÓN

89%

QUÉ ONDA: No será DOOM, pero las aventuras de Lo Wang vuelven con todo en una secuela que sabe lo que su público quiere.
LO BUENO: La velocidad del juego, las combinaciones de movimientos posibles, la personalización y variedad de armas. Nos hace reír bastante.
LO MALO: Los tiempos de carga son horrendos. Algunos detalles técnicos. La historia es un poco confusa y no muy inspirada. Los escenarios pueden ser visualmente repetitivos.

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