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Irrompibles vs. Crashday

Era tiempo de una nueva historia Irrompible. O eso me decían mis rivales virtuales. Hasta se pusieron molestos porque me tocaba a mi escribir la nota y yo me negaba, alegando que no quería parecer un soberbio relatando mis proezas de hombre de mundo. Perezoso, me decían… …Y si bien los eventos que están por leer, datan ya de hace un par de meses atrás, no ha perdido vigencia aún la paliza que sufrieron los implicados en manos de mi pericia al volante, y de mi Unimog tunneado. (N. del a.: Lo bueno de tener que escribir la aventura [i] es que uno puede… hmmm…. ¿cómo decirlo y que suene bien? estem… alterar un poquitico los hechos para quedar como el Rey de la Noche; claro que en mi caso no sería necesario, puesto que esos trucos baratos los dejo para vulgares vendedores de garrapiñada vencida como Inodorelli). El juego elegido era el Crashday. El argumento, tan básico como Pierru: correr como enajenado disparando misiles y metralla, a bordo de vehículos con algún que otro blindaje, con el objetivo de masacrar rivales y hacerlos explotar por los aires como piñatas infantiles de Winnie The Poo. El fichín lo propuso Moki. Y estaba claro el porqué. Ya había practicado con Pierru e Inodorelli lo suficiente, y había juntado algo de valor como para hacerme frente otra vez. Tonto. Tomé el CD, lo miré con curiosidad, lo instalé, y me dispuse a derrotarlos en el primer encuentro y sin haberlo probado nunca. Fácil. ¡Fácil no! ¿saben lo frustrante que es jugar con niñicas sin habilidad siquiera para quitarse la bombacha? Ni siquiera sabía todas las teclas cuando me conecté en el server que ¡oh, casualidad! Moki había armado… Es sabido por todo gamer que se precie, que el host siempre es el que tiene menos lag, y por consiguiente, lleva una ventaja de milisegundos que en un mano a mano puede resultar decisiva. Afortunadamente, el Crashday no posee lag, con lo cual, Moki no pudo echar mano de tan vulgar artilugio propio de un jugar de bochas mutilado como él. No tuve miedo. No señor. Sabía que en esto de la violencia automovilística nadie podía hacerme frente. Los más memoriosos recordarán esa oda a la sangre intitulada “Irrompibles Vs. Need For Speed” (donde nos medimos con el ya mítico Porsche Unleashed). Fue tal el vapuleo, que luego de ese match y de esa nota nunca más pude convencer al resto de esas habbas (porque mis compañeros de armas son eso: mitad legumbres, mitad cantantes pop suecos con barbas afeminadas) de probar las nuevas versiones del Need For Speed… no se si les queda claro… Moki eligió el nivel “Depósito”. ¡Nunca mejor elegido el nombre de un escenario donde deposité onzas de mi carne viril en los cuerpos golosos de mis enemigos! El lugar estaba repleto de simpáticos pozos, rampas y cristales para destrozar; y mucho espacio abierto para acelerar los bólidos a gran velocidad y estamparlos de frente, casi como en una justa de caballeros medievales, pero con misilazos en el ano. ¡Oh shiii! Qué placer incendiar una y otra vez al eterno quejica otoñal de Moki, al vendedor de Nike Feraldys electrónicas de Pierru y al adoleindecente Inodorelli, que a juzgar por sus torpes fintas automovilísticas, posiblemente se estaba tocando mientras conducía (de ahí el termino adoleindecente: mitad adolescente, mitad indecente). Me sentía el Barón Rojo, pero sobre ruedas. Los mikos intentaban tontas maniobras sacadas de academias de conducir Oscar, pero no podían escapar de mis implacables ametralladoras, que arrancaban pedazos de metal de sus ridículas máquinas motorizadas (y digo ridículas máquinas porque estos mequetrefes, tripulando vehículos diseñados para hombres y no para bebicas, los hacían verse ridículos). Si bien hay gran variedad de autos para elegir, todos utilizábamos el Unimog por ser éste el más resistente. ¿Y cómo los remataba?: un misilito en la boca en el último instante (esto es, cuando en un frente a frente a toda velocidad los muy cobardikas volanteaban el auto por temor a un choque frontal/mortal con mi bólido). Pero lo más divertido, debo admitirlo (y se los recomiendo encarecidamente) era dejarlos pelearse entre sí, y una vez que uno de los mikos estaba muy debilitado (todos los competidores llevan una barra de “health” sobre sus vehículos) sacudirle con todo el arsenal… caerle encima como un vulgar buitre virtual en busca de carroña rica en píxeles. Eso ocasionaba una muerte rápida y un robo de frag descarado al pobre diablo que había ablandado casi hasta la muerte a la víctima fatal. Fueron numerosas las escenas de ira por parte de mis monigotes preferidos. Me acusaban de ladrón, y yo reía a bordo de mi carro dejándolos atrás con la cola en llamas por el ultraje. Jiji. Me sentía la versión camper motorizada de Pierru. El primer match, entonces, tuvo un claro ganador. Y su nombre figura al pie, en el final de esta nota. Comiendo de mi mano. Pasamos luego a experimentar con otras modalidades de juego. El Crashday tiene varias, pero las más divertidas DEFINITIVAMENTE son el clásico Deathmatch y “La Bomba”. Imaginen una carrera loca donde llevan una bomba grande y peligrosa sobre el techo de su auto que, como cualquier bomba que haga bien los deberes, tiene un counter que va decreciendo y al llegar a cero ¡kabuki! Bueno, la única forma de no volar por los aires es embestir otro auto y pasarle de este modo el incómodo paquetito. Con esto, la pobre nueva víctima tendrá un problema que sacarse URGENTE de encima, ya que el counter no se resetea cada vez que uno choca, si no que se dispone de menos tiempo aún para pasar la peste explosiva. Shadbox se sumó a la partida. O eso decía un cartelito en el server, porque prácticamente pasó desapercibido. Su estilo conductivo dejaba mucho que desear y apenas si lograba arrancarle algún frag a Inodorelli, que estaba aterrado porque esta no es la clase de juegos a la que está acostumbrado. Él necesita una mira con forma de cruz y una pistolita, y por sobre todas las cosas pocas teclas, porque su alzheimer le impide recordar que la W acelera y la S frena. En líneas generales fue una partida aburrida. Sí señor. Me sentía sólo. Rodeado de vez en cuando por mosquitos metálicos que intentaban picarme y que yo aplastaba, con indiferencia, mientras merendaba vainillas con Cindor y veía viejos capítulos de la Mujer Maravilla. Eso sí… ¡que lindo fue ver a Pierru, dando vueltas enloquecido como miko empiojado del Discovery Channel en la pista oval, con la bombucha lista para explotarle en la cara! Intentaba todo tipo de maniobras torpes y cómicas monerías (como cuando pretende embaucarnos con mercadería que no necesitamos) para zafarse de su letal carga. Su impericia era tal que todos nos envalentonamos y comenzamos a echarle “finos” con el objeto de sacar su ex-pesado ano del fango, y devolverlo a la cinta asfáltica. Lágrimas corrían por nuestras mejillas al escuchar sus grititos aburguesados por el Game Voice… ¡mikos mikos! ¡no me hagan esto! ¡soy mayor de edad y merezco una muerte dig..! Y de repente… la nada, o la toda, porque una terrible explosión y una carrocería humeante despedida a los cielos, con un cadáver virtual ennegrecido abordo, nos daban la pauta de que el veterano camper ya no estaba entre nosotros. Pierru se transformó esa noche en la versión virtual del gordito de la escuela al que todos golpeábamos con la palma abierta en la nuca, mientras correteábamos a sus espaldas. Ja. ¿Moki? Bueno… todos nos preguntamos ese día donde había quedado el guerrero virtual de antaño. Apenas fue la sombra de la sombra de un quinceañero trasnochado en LAN (y cuando digo LAN me refiero a la aerolínea chilena LAN CHILE, porque ese día Moki jugó poco y voló mucho, envuelto en llamas y con una carga excremental de peso constante y olor nauseabundo en sus calzoncillos). De Shadbox no voy a agregar demasiado. Es un buen webmaster, mediocre jugador de fútbol (virtual y real) y en los fichines de hombres viene demostrando ser pura esquirla (o sea, un pedazo de bala). Terminé siendo su limpiavidrios personal. Lo paré en todos los semáforos, y le quité todo su dinero esa noche. Inodorelli… bueno, creo que todavía está intentando comprender porqué los autos no strafean. Debe estar aún conectado, pensando que nos ocultamos, y esperando que alguien aparezca para demostrarle que aprendió a pulsar al mismo tiempo la W y el botón de disparo. Un auténtico Santo Biasatti del fichín: cara encerada, raya al costado (la del pelo y la del ano) y dudosa sexualidad. Y Pierru… bueno, ya lo castigué demasiado. Enmendaré mi maldad llevándole una muda de ropa interior limpia y un sándwich de atún, de esos que tanto le gustan debido a su endeble dentadura, al geriátrico donde lo internamos luego de la partida. Sean hombres y prueben el Crashday. No se van a arrepentir, por lo menos durante unas cuantas partidas. Salvo que sean alguno de los mikos anteriormente citados. He dicho! Por Rodrigo “Rolo” Peláez.

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