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Game of Thrones: reflexión posparto

Después de ocho temporadas, terminó una de las series más grandes de la historia —por no decir la más grande— y se hace MUY difícil escribir algo que le haga justicia. Durante nueve años —año sabático de por medio— vimos crecer a todos los personajes de Westeros, cambiarse de bando, enojarse, amigarse o traicionarse de la manera más vil. Las grandes familias del reino se arrancaron los ojos por ocupar el Trono de hierro y aprendimos que, en Game of Thrones, no hay que encariñarse con nadie.

***Atención, la nota tiene spoilers surtidos de GoT***

Por supuesto, el que realmente estaba sentado en el trono era George R. R. Martin, que facturaba junto a HBO nutriéndose de nuestras emociones. Lograron lo que nunca una serie fue capaz de lograr: no sólo la gente no hablaba de otra cosa al día siguiente, sino que se juntaba para ver los capítulos y los festejaba como si fueran la final de la copa del mundo.

Game of Thrones chuchis

Este clima festivo fue creciendo cada vez más y – pese al crecimiento de la piratería – las arcas de la emisora se seguían llenando porque HBO entendió que las redes eran su mejor arma y los spoilers sus balas. Esa práctica tan odiada era la mejor herramienta para obligarnos a sacar el abono y ver la serie cuando había que verla. Porque ¿quién va a decirle a la emisora “vos no podes spoilear”?.

Sin dudas, la calidad superior de Game of Thrones siempre se notó. Pero, con el correr de los años, se empezó a cuestionar la solidez de la historia, algo que se hizo más evidente en esta última temporada. Y fue probablemente porque todos sabían que Martin todavía no había escrito el final. Un final que HBO no podía esperar.

Según cuenta la historia, Jorgito se sentó con los guionistas y les dijo hacia donde planeaba ir y ellos hicieron lo suyo para darnos el tan esperado final. Un final que se resolvió en sólo seis titánicos episodios de más de una hora. ¿Ocho años de intrigas, traiciones y sangre en solo seis emisiones?

Esta gigantesca construcción de personajes estaba siendo observada por el mundo entero y miles de ojos buscaban algún desliz en el arco narrativo o en la producción. Que si faltó luz, que si estaban todos muy románticos o si se escapaba un vaso de café o una botellita de plástico. Lo cierto es que TODOS estuvimos pendientes. Todos hablamos de Game of Thrones.

Claro que hay mucha gente indignada por el destino (¿pavote?) de Cersei y Jaime, después de ocho temporadas de conspiraciones y maquiavelismos. También, más de uno está en llamas por el devenir de Daenerys, considerando inexplicable la rabieta que acabó con la ciudad, frente a los ojos sorprendidos de un Jon Snow que tuvo que ponerse los pantalones largos frente a la injusticia. El cuestionable papel de Bran Stark y la increíble discusión de quienes finalmente se sentaron en la mesa a tomar decisiones sobre el futuro de Westeros. Lo cierto es que TODOS estamos tratando de procesarlo.

Hoy, tenemos un sabor amargo. El sabor de no tener más ese capítulo tan esperado. El sabor de fantasear con el futuro de nuestro personaje favorito. De sorprendernos con un nuevo giro o con la muerte de alguien. De no poder procesar si fue lo que queríamos ver o lo que estábamos esperando. Un sabor que todavía no entendemos si es dulce, amargo o ácido, pero entendemos que es el sabor de ir por donde nadie espera que vayan.

En definitiva, de eso se trató siempre, de sorprendernos. Porque tal vez este libro sí está escrito por Martin, pero HBO quería seguir sorprendiendo. No sería nada raro que la cadena le haya dicho Jorgito: “hay tanta plata para que te guardes los últimos libros -el 6to y el 7mo- hasta el final de la serie”.

Acerca de eso, de si escribió el libro y lo tiene guardado, y todas las presunciones que uno pueda hacer por detrás, Martin aclaró que no los escribió aún.

¿Se dan cuenta? Game of Thrones terminó, y seguimos esperando una sorpresa. [i]


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