Shadow Warrior 3 [REVIEW]

Menos no siempre es más

Cuando uno viene de un juego con las características de Shadow Warrior 2, espera que su siguiente entrega siga una línea concreta, y poco se puede imaginar que en su lugar va a recibir un intento de secuela que no sabe ser ni retro ni moderna, sino algo en el medio… en el medio de la decepción.

Si al ver el nombre de la review dijeron “pero ¿que Shadow Warrior no es un juego del ‘97?“, ya explicamos la historia de su remake en la reseña de la segunda entrega, pueden hacer [TIKI] para leerla. En resumen, esta es la tercera parte de su reimaginación, que en lugar de tomar todo lo construído en el fichín anterior, elige subirse a las tendencias de los FPS que le sucedieron, y crear una experiencia mucho más lineal.

Así es como todos los complejos sistemas de mejora de arma, misiones principales y secundarias, poderes elementales y niveles procedurales desaparecen al servicio de una experiencia plataformera, donde hay que ir de A hasta B con ayuda de un doble salto, la habilidad de caminar por la pared, una especie de dash y un gancho, el cual sólo puede ser usado en los aros verdes repartidos por el escenario.

La justificación narrativa se lo acusa al dragón que liberamos al final de la entrega pasada: por razones desconocidas su tamaño pasó a ser colosal, devorando medio planeta a su paso y plagando el mundo de demonios. Luchando por sobrevivir en un presente post-apocalíptico, Lo Wang se queda triste y sin su mojo, hasta que Zilla lo encuentra y le propone dejar su rivalidad atrás por el bien mayor. Juntos visitan a la hechicera Motoko quien puede crear un arma a partir de la máscara del difunto Hoji. Claro que con Lo Wang involucrado, todo puede malir sal en un instante.

La experiencia entera de Shadow Warrior 3 puede resumirse en: superar una secuencia de plataformas en primera persona, llegar a una arena donde nos van a llover olas de enemigos, y repetir la fórmula hasta que se termine el juego. A medida que se presentan nuevos demonios, se van sumando a la lista, por lo que las arenas nos van a llevar cada vez más tiempo, volviéndose tediosas y frustrantes.

Sucede que todos los enemigos tienen alguna característica con la que saben poner nuestra paciencia al límite: una cierta habilidad prácticamente ineludible, un daño subterráneo que casualmente siempre sabe donde hallarnos, un efecto de sonido insoportable que se repite una y otra vez hasta que hayamos eliminado todos los enemigos de esa clase… ese tipo de cosas. Cuando el terreno está saturado de monstruos de esa manera, es imposible no estar recibiendo daño en forma constante. Por suerte, suele haber ahí mismo alijos que regeneran un poco de salud o munición y que reaparecen cada tanto. También abundan barriles explosivos que electrocutan, incendian o congelan a los malos.

Las armas que vamos a obtener en el camino se cuentan con los dedos de la mano. Tenemos desde un potente revólver hasta un lanzador de sierras filosas, pasando por lanzadores de proyectiles y la clásica escopeta. Para mejorarlas, debemos canjear perlas blancas que podemos obtener de completar desafíos o bien, encontrarlas sueltas por el escenario. Lo mismo sucede con las habilidades del propio Lo Wang, pero para esas necesitamos perlas púrpura.

Lamentablemente, el sistema que eligieron no permite mejorar todo antes de que se termine la campaña, que ronda en las seis horas de juego (o una sentada muy viciosa). Dejar las mejoras a merced de unos ítems que andan sueltos por un espacio tan constreñido como el de este fichín se siente un despropósito. Los desafíos, en cambio, suman un elemento de diversión, invitándonos a eliminar cincuenta demonios a quemarropa o derrotar múltiples enemigos en un solo tiro.

Además de las armas de fuego, tenemos el poder del chi, que sirve para empujar enemigos hacia los pinches o al vacío; además de la clásica katana, la cual pierde bastante protagonismo en esta entrega. Supuestamente podemos equiparle poderes elementales, pero es difícil de usar y pronto nos olvidamos que eso existe.

Su principal función termina siendo la de derrotar rápidamente a los demonios menores en busca de algo de munición, salud o bien, para acumular puntos de remate y así poder ejecutarlos.

Los remates son… bueno, si jugaron al Doom, ya se lo imaginan. Son formas cruentas de destruir a un enemigo en forma automática. Al realizarlos, nos quedamos con un arma especial que dura muy poco tiempo. Por ejemplo, los ojos de los Kugutsu pueden ser usados como granada de hielo mientras que podemos robarle el taladro a los Mogura Twins y usarlo para atravesar a sus propios compañeros.

La historia de Shadow Warrior 3 no está muy inspirada, abandonando varios elementos de la entrega anterior, pero retomando algunos del primer juego que se vuelven una grata sorpresa. Del puñado de horas que puede durarnos la campaña, cerca de una hora y media se van en cinemáticas que aparecen de golpe en pleno salto o combate y que tranquilamente podrían haber sido jugables. Apenas hay dos jefes en todo el juego, lo que nos hace sospechar que la experiencia que recibimos es una versión bastante recortada de lo que realmente había sido planeado.

Para colmo de males, está plagado de bugs, de esos que te rompen la partida. Sin ir más lejos, tuvimos que reiniciar el “nivel” un par de veces porque el juego nos devolvía en forma constante a un punto del escenario muy atrasado, sin posibilidad de retomar el camino. En algunos combates los enemigos quedaron atrapados en partes del escenario e incluso ni siquiera aparecieron, quedando estancados y teniendo que recomenzar. Más de una vez los enemigos se generaron en el mismo punto que estábamos parados, quedando atrapados en las entrañas de un demonio sin poder salir más que a los tiros.

Visualmente, Shadow Warrior 3 tampoco se luce. Las cinemáticas se ven muy bien, pero el juego no tanto. Más allá de su colorido se ve como un fichín que a duras penas le saca el jugo a la anterior generación. El apartado sonoro, por otro lado, hace un buen trabajo, más allá de algunas desprolijidades.

En cuanto a modos de juego… bueno, no hay ninguno. Ya no hay online, no tenemos “Nueva Partida Plus” ni menú para rejugar misiones.

Ah, y la frutilla de la torta es para nosotros los hispanohablantes, porque la traducción del juego deja mucho que desear. Por alguna razón, eligieron cambiar los diálogos por completo, generando confusión y arruinando TODOS los chistes, en el intento de crear una jerga interna que simplemente no es graciosa.

Resumiendo, en Shadow Warrior 3 nos encontramos ante una entrega que decepciona por desaprovechar un montón de potencial de la entrega anterior en pos de una simplificación que no está bien lograda, cerrando la trilogía con un mal sabor de boca. ¿Es al menos, entretenido? Sí, claro, si les gustan los shooters les va a asegurar un rato de diversión y frenesí, pero no esperen más que eso.

Si disfrutaron de Shadow Warrior 2, no esperen ni de cerca el mismo nivel de profundidad acá. En cambio, si la segunda parte los aburrió, o se conforman con un simil Doom protagonizado por un ninja parlanchín, puede que lo disfruten más que nosotros. [i]

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DESARROLLADO POR: Flying Wild Hog
DISTRIBUIDO POR: Devolver Digital
GÉNERO: FPS, Plataformas
DISPONIBLE EN: PS4, PS5, Xbox One, Xbox Series X|S, PC

QUÉ ONDA: La trilogía moderna de Shadow Warrior se completa con una entrega que busca la simplificación y pierde tanto profundidad como originalidad en el camino.
LO BUENO: Excelente calidad de cinemáticas, combate placentero, el humor de Lo Wang (cuando funciona), desafíos para completar, el regreso de cierto personaje.
LO MALO: Demasiado repetitivo y lineal, historia poco inspirada, combate algo desbalanceado, la katana se siente desaprovechada, mecánicas y mejoras poco útiles, cero rejugabilidad, muchos bugs, se siente apresurado, mala traducción al español.

Este análisis fue realizado a través de un código de Xbox Series X provisto por sus desarrolladores.