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Stray [REVIEW]

El mejor amigo del androide

Su nombre era Pelusa. Su pelo era suave, a diferencia de su mirada; pero aunque su porte expresaba dureza, en realidad era un gato extremadamente dulce. Se acercaba a saludar a los extraños que entraban a la casa, y daba besos en la mejilla si uno le repartía caricias. Lo conocí muy bien desde que yo era chico, pero él era más chico aún: sus padres eran las mascota de un amigo, así que fuimos presentados casi desde su nacimiento. Pelusa fue el primero en acompañarme, y también el primero en dejarme.

No pensé que su recuerdo fuera a volver tan vívido cuando empecé a jugar Stray, pero uno de los felinos que nos introducen ni bien arranca el juego, era exactamente igual a él. La comparación fue inevitable. Y mientras empiezo a controlar al protagonista de esta nueva obra —al cual hago maullar para llamar la atención de mi viejo amigo virtual—  mi actual gata se levanta, viene hasta el living, y se sube a mi regazo para ver por qué demonios hay tanto escándalo.

Sabía que no iba a jugar Stray solo.

Mi gata Cirilla, también encantada por Stray.

Hay que reconocerlo, la gente de BlueTwelve Studio la pensó muy bien. ¿Qué puede atraer y viralizarse de forma más efectiva, que una fábrica inagotable de memes y de suspiros eternos? No hay nada más fascinante que poder ponerse en la piel de un michi y experimentar, al menos un rato, lo que se siente ser una criatura tan libre. Libre de pagar el alquiler.

Ese es el principal gancho de Stray: la simpatía por sobre la empatía. Como humanos que somos, una raza que desprende egoísmo y falta de tacto por el prójimo, hay que reconocer que cuando se trata de animales cercanos, se nos llenan de brillos los ojos y sentimos la más extrema preocupación. Ese afecto irracional hace que este título nos genere un vínculo emocional más fuerte de lo habitual, donde cada situación nos moviliza el doble.

Sin embargo, es bueno aclarar que esta no es —solamente— la historia de un gato.

Murtaugh, el gato que inspiró al protagonista

Si bien en un primer momento el juego parece limitarse a una simple aventura con escenarios llamativos, un héroe adorable y nada más, pronto vamos a descubrir que Stray tiene un relato que contar, y una opinión que dar. Esta es más bien la historia de una ciudad, narrada por la crónica de una sociedad estancada en un mundo distópico. En este futuro sin porvenir, los robots son la única forma de vida inteligente que queda —además de los felinos—, luego de que los humanos desaparecieran a causa de su falta de humanidad.

Que en esta tierra de metal, llena de ataduras y abandono, nuestro vehículo sea un gato —símbolo de la independencia y libre albedrío— es una metáfora hermosa.

El setting donde transcurre Stray está inspirado en la ciudad amurallada de Kowloon (Hong Kong) —demolida en 1993—, combinado con unos toques del Tokyo moderno y, me atrevería a agregar, cierto dejo a los suburbios de Midgar en Final Fantasy VII. Cableados expuestos colgando entre los techos, calles de adoquines inundadas, luces de neón, basura acumulada y cielos de metal decoran nuestra excursión a unos escenarios que se extienden tanto a lo ancho como a lo alto.

La ciudad amurallada de Kowloon

Aprovechando la agilidad de nuestro protagonista, el mapeado de Stray goza de una verticalidad no tan habitual en títulos como este. La exploración se vuelve más intrincada, en el buen sentido, porque abandona un poco la linealidad para permitirnos perdernos por el laberinto urbano. Y es que justamente la exploración es clave, no tanto para el avance de la historia, pero sí si queremos conocer más de los personajes y el background de la ciudad. En este sentido, Stray hace uso de una mecánica muy propia de las aventuras gráficas: el trueque de objetos.

Hay muchos ítems sin uso aparente, dispersos por el escenario, que podemos recolectar para luego intercambiar con robots para completar sidequests. Estas no llegan a gozar de una gran profundidad, pero su diseño orgánico evita que caigan en la típica condición de recaderas.

Los “recuerdos” son algunos de los coleccionables del juego.

El juego no puede evitar entrar en una contradicción: para tratarse de un fichín donde manejamos a una criatura famosa por hacer lo que quiere, cuando quiere, Stray nos condiciona a hacer lo que él desea, cuando le pinta. Es por esto que, si bien sería más fácil encapsularlo bajo la categoría de “plataformero”, no sería lo correcto, por más que los saltos estén presentes en todo momento.

Lo que pasa es que no existe ningún botón dedicado al salto (como sí hay para maullar), sino que nuestro felino brinca automáticamente cuando apretamos “X”, siempre y cuando el indicador aparezca en pantalla. El movimiento más importante del gato se convierte en una acción semi guionada, y le quita a su vez a la aventura una importante sensación de libertad. Mi apuesta, es que los desarrolladores no estaban seguros de cómo ejecutar la animación de salto de forma natural, sin que se rompa con el entorno; mientras que por otro lado, necesitaban controlar las muertes por caídas ante cálculos fallidos.

Cuando no estamos explorando el escenario, Stray se la juega en ofrecernos secuencias de acción para dinamizar un poco la experiencia. Acá es donde los Zurks entran en escena: pequeños bichos con cara adorable y cuerpo de gusano, que lejos de mostrarse amistosos, aniquilan a cualquier ser viviente en un instante.
Como variante, su inclusión sirve para cortar con algo de picante tanto paseo, pero por suerte tampoco invade la fórmula en exceso. Los desarrolladores fueron cautos de no pasarse con los “combates”, que al fin y al cabo no logran amoldarse del todo a las mecánicas automáticas de salto. No fueron pocas las veces que perdí porque al acercarme a un borde, nunca apareció el indicador del botón.

Un pecado que Stray no tenga modo foto, porque cada captura es una cuadro.

Stray es una delicia visual, en especial cuando nos toca deambular por la urbe, donde las luces de neón crean un arcoíris cyberpunk que adorna todo el paisaje. Jugándolo en mi vieja y primeriza PS4, el juego corre a 1080p y 30fps, y la verdad, no podría pedirle que luzca mejor. Pensé que la diferencia con las nuevas consolas iba a ser más notoria, pero salvo algunos detalles —y la obvia duplicación de frames—, no presenta un abismo generacional.

Vamos a encontrar algunas texturas en baja.

La velocidad de cuadros es bastante constante, y sólo tiene caídas cuando el videojuego guarda la partida. Lo que sí me llamó un poco la atención, es que en PS4 no tiene función HDR, algo que la vieja generación ya domina hace mucho tiempo.
Por el lado de la definición, las texturas generales y efectos de iluminación cumplen con creces. Es cierto que los pelos del amigo gatuno—dependiendo del contraste— a veces se rompen, viéndose dentados como el mejor serrucho. Pero donde más se aprecia la brecha gráfica, es en ciertos assets puntuales, que están renderizados en baja para no sobrecargar a la consola.

En cuanto al aspecto sonoro, sólo tengo halagos. Predominada por melodías lo-fi, su tono saturado y eléctrico encastra perfecto con la estética del juego. La música hace su aparición en la medida justa y necesaria: no busca irrumpir en la aventura, y cuando nos olvidamos de que no está, aparece para deleitarnos por un breve momento, antes de dejarnos de nuevo con el silencio de una atmósfera marchita.

¡Nooo, el sillóooooon!

Lo que Stray carece en pulido técnico, lo compensa con amor. Se nota el cariño y la pasión que sus creadores pusieron en el juego, y el resultado es un título con algunos deslices y errores de diseño, que no terminan de afectar del todo la experiencia general. Es como cuando nuestros gatitos nos rompen un florero: nos enojamos en el momento, pero 15 minutos después ya estamos abrazándolos de nuevo.

Mientras nosotros jugamos con el protagonista felino, los de BlueTwelve Studio juegan con nuestro amor por los gatos. Pero siempre desde un lugar legítimo. Stray no tiene golpes bajos ni abusa de nuestro vínculo emotivo. Usa los recursos que tiene con respeto y se enfoca en lo importante: contarnos una historia y que disfrutemos de ayudar a nuestro michi —y a sus amistades androides— a recuperar su libertad. Porque todos los gatos van al cielo. Siempre. [i]

Esta review está dedicada a Pelusa, Viernes, Imán, Sue, Venus y Dracu. Donde sea que estén, sus ronroneos aún nos acompañan. 


DESARROLLADO POR: BlueTwelve Studio
DISTRIBUIDO POR: Annapurna Interactive
GÉNERO: Aventura
DISPONIBLE EN: PC, PlayStation 4, PlayStation 5

QUÉ ONDA: Somos un michi, ¿qué más quieren?
LO BUENO: La belleza de sus escenarios. Muy fácil encariñarse con todos sus personajes. La animación del gato está lograda con mucho cuidado y precisión.
LO MALO: No podemos saltar libremente cuando queremos, acciones demasiado guiadas. Algunas físicas de colisión necesitan un poquito más de pulido. Puzzles muy fáciles. No hay modo foto. No HDR en PS4.

Este análisis fue realizado a través de un código de PlayStation 4 provisto por sus desarrolladores. Stray está disponible para los sucriptores de Playstation Plus Extra y Premium. Todas las imágenes fueron capturadas en la consola durante el playthrough.

  • CALIFICACIÓN85%
85%

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