¿Qué? ¿Qué tiene de raro ralentizar el tiempo, danzando entre sangre y plomo, mientras charlamos con un imaginario amigo con forma de banana psicópata? Así de ordinario es My Friend Pedro.

Es nuestro deseo que Rage 2 redima algunas “cositas flojas” de la primera parte: el mundo abierto, la narrativa y, claro, un final que, más que “cliffhanger”, era “corta polvo” (disculpen nuestro latín). ¿Lo logrará?